Hasta el 18 de mayo de 2025, el Musac acoge la monumental exposición de Ai Weiwei: 44 obras donde ser testigos tanto de su arte como de su activismo. Tomando el carácter libertario de Don Quijote, el artista aborda temas como la libertad, el exilio y la crítica social en instalaciones colosales, reimaginando materiales y técnicas que van desde el cristal de Murano hasta el bambú.
Una lucha contra los gigantes en el Musac
A lo largo de las últimas décadas han sido muchos los gigantes a los que se ha tenido que enfrentar el trabajo del artista chino Ai Weiwei (Pekín, 1957). La monumentalidad de sus propuestas se las ha tenido que ver con espacios como la Sala de Turbinas de la TATE Modern, convertida en una alfombra de pipas de girasol esculpida por artesanos; pero también con el propio Central Park neoyorquino, donde instaló una colosal jaula dorada (Gilded Cage) en una de sus entradas; o la histórica basílica de San Giorgio Maggiore en Venecia, en cuyo interior desplegó esa Commedia umana que ahora podremos ver en el Musac.
Pero no todo eran gigantes, sino molinos de viento; y es que Ai Weiwei tiene mucho de ese luchador libertario que era el Quijote de Cervantes. Por eso no es de extrañar que, para la exposición que inaugura en el Musac (León) el 9 de noviembre, haya escogido el título de Don Quixote. Más que un brindis al país que acoge la muestra, es un recuerdo a esa edición cervantina que, en manos de su padre —el poeta Ai Qing— le llevó a imaginar otros posibles mundos. Unos que iban más allá de la racionalidad impuesta por la doctrina maoísta en mitad de esos desiertos de Sinkiang, donde fue deportada la familia de Ai Weiwei por no colaborar con el régimen comunista.
Don Quixote es la figura que nos invita a recorrer las 44 obras que se presentan en la exhibición: dos décadas de carrera que resumen los intereses del artista en estos últimos años. La libertad de expresión, las crisis migratorias y la defensa de los derechos humanos, fusionando arte y activismo político con creaciones de gran tamaño y una gran representación de la vertiente fílmica de Ai Weiwei. Además, recuperando su faceta de arquitecto, cada sala ha sido intervenida y pensada como un espacio inmersivo, desplegando una serie de pieles de papel pintado de suelo a techo, que actúan como una membrana que recorre todo el conjunto.
Ai Weiwei: vidrio, bambú y viralidad
Han sido estas dimensiones las que han hecho posible que se instalen piezas como La Commedia Umana (2017-2021) o Life Cycle (2021). La primera de ellas —en colaboración con los artesanos del cristal de Murano de Berengo Studio— reimagina los candelabros venecianos de vidrio en color negro, como un juego de figuras entrelazadas donde se mezclan calaveras articuladas, esqueletos, cangrejos, murciélagos e incluso un pájaro similar al antiguo símbolo de la red social X: algo que conecta con la importancia que Internet ha tenido en el porfolio del autor. De la misma manera, este trabajo refleja el memento mori, un recuerdo de la fugacidad de la vida en mitad de las esperanzas de futuro de un capitalismo feroz. Una contradicción que sacude este desafío del “más es más”, consiguiendo ejecutar la instalación más grande del mundo con cristal de Murano; seis metros de largo, nueve de altura y nueve toneladas de peso para reflexionar sobre la insoportable levedad del ser.
Y frente a la dureza frágil de este material, con la delicadeza poderosa del bambú ha construido Life Cycle. Una balsa de más de veinte metros de largo que se alza como la imagen de esas zodiac en las que, a diario, los refugiados cruzan las aguas en busca de nuevas esperanzas y libertados que no encuentran en sus lugares de origen. Esas mismas que llevaron al artista a abandonar China para asentarse en Nueva York en los años ochenta. Utilizando las destrezas artesanales de los fabricantes de cometas, Ai Weiwei logra convertir la figura de la balsa en el emblema del exilio y el desplazamiento, como hicieron artistas cubanos como Kcho. Conceptos que también son visibles en otras intervenciones, como Olive Tree Roots.
Pero si bien Ai Weiwei ha aprendido de la tradición para hablar de problemáticas de nuestro tiempo, también sabe emplear los elementos contemporáneos para hablar o cuestionar la historia y el legado. Así lo vemos en su uso de los bricks de juguete LEGO, donde se apropia del imaginario de obras maestras de la historia del arte —La última cena de Da Vinci versionada por Warhol—; de escenas extraídas de los medios de comunicación o de trabajos virales, como es el caso de Illumination (2019): selfi que el propio Ai Weiwei se tomó en un ascensor junto a los agentes de policía que le custodiaban en aquel momento. Asimismo, dentro de esta serie, cabe destacar The Third of May (2023) —concebida específicamente para Don Quixote—, donde versiona el lienzo de Goya: una imagen de resistencia que aquí se convierte en un juego activista para adultos.
Finalmente, para mostrar una visión completa de la producción de Ai Weiwei, también se reproducen diez películas que resumen sus incursiones cinematográficas y en videoarte. Desde el documental Marea humana (2017) hasta las 150 horas de duración de Beijing (2003), donde recorre los 2400 km de las calles de Pekín, grabadas desde una furgoneta en movimiento. Más es más, aunque estemos luchando contra el capital.
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Desde el 9 de noviembre hasta el 18 de mayo de 2025.