En Cersaie 2025, la gran cita internacional de cerámica en Bolonia (Italia), la firma Decocer presentó su innovador stand bajo el concepto Ecos de la Tierra. Proyectado por el arquitecto Héctor Ruiz Velázquez, en este lugar nos topamos con una instalación modular que mostraba cómo la cerámica de pequeño formato puede convertirse en estructura, espacio y experiencia.
Decocer: espíritu monumental en cerámica de pequeño formato
Si algo marcó la presencia de Decocer en Cersaie 2025 fue la gran atención que captó el vestíbulo arbolado de su stand. Un ambiente definido por tres cilindros cerámicos colosales, que desplegaban un sendero colorido hacia la expresividad interior. Esta invitación simbólica para adentrarse en la profundidad de la materia fue el contexto perfecto para cobijar las nuevas colecciones de la firma: Argila, Petrea, Kai y Water; cuatro apuestas que exhibieron su textura y diversidad de matices en esta instalación concebida ad hoc por Héctor Ruiz Velazquez.

Solo hacía falta observar cómo los azulejos aspiraban a la inmensidad escultórica para sentir el espíritu monumental de la instalación. Y es que, en este contexto, el pequeño formato de la cerámica trascendía su papel tradicional como revestimiento para convertirse en la estructura que lo cimentaba todo. Lo vimos con rotundidad desde el umbral, con los volúmenes construidos íntegramente de piezas a medida. Una arquitectura que agigantaba y recorría la entraña del barro haciendo resonar la sensibilidad del producto de Decocer.


Hector Ruiz Velázquez y el barro como arquitectura viva
Aunque la mirada de Héctor Ruiz Velázquez no se ciñe a una estética concreta, ya había demostrado en proyectos anteriores su pasión por la fluidez y el juego visual a la hora de afrontar cualquier espacio reducido; como su stand para Alvic en Maderalia en la edición del año pasado, donde jugaba con la idea de la tridimensionalidad. Es por eso que Ecos de la Tierra ha sido una evolución natural de ese organicismo estilístico, donde ha conseguido erigir un ecosistema amplio, envolvente y táctil, que toma patrones geométricos y tonalidades para empujarnos a estar más receptivos frente al imaginario terrenal.

En medio de este bosque de barro, resultaba instintivo acariciar la corteza anaranjada o hallar refugio en los recovecos levantados; una serie de pausas sinuosas como troncos teñidos de gamas terrosas, que parecían haber brotado espontáneamente hasta servir de microestancia funcional. Una pared espejada al fondo multiplicaba visualmente la profundidad del entorno y generaba un potente efecto escenográfico, mientras que la pintura de arcilla ecoclayROCK 0.2 daba forma a las siluetas orgánicas del resto del stand. Además, la iluminación acentuaba las texturas y los relieves, proyectando movimiento y cambiando la percepción a medida que el visitante avanzaba hasta el muestrario expositivo.


Es en esas grandes columnas donde se aprecia la dimensión del pequeño tamaño de las piezas y, por ende, el ejercicio modular que Héctor Ruiz-Velázquez ha abordado en toda la exhibición. Una metodología que ha permitido el desmontaje, el transporte y la reutilización del conjunto de cara al futuro, asegurando su viabilidad en otros eventos. Un planteamiento que facilita que dicho repertorio cerámico no se marchite, aunando en un mismo lugar una técnica sostenible y una poesía telúrica en continua vibración.
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