Pocos proyectos recientes expresan el concepto del surrealismo con tanta fuerza como The Apartment with a Lizard. Una vivienda en Kiev diseñada por Metric Bureau para una pareja creativa. Un espacio que asume el riesgo de ser excesivo, de ser extraño y, sobre todo, de ser valiente.
Metric Bureau concibe una casa como una célula líquida
Hacer arquitectura exige valor para no repetir fórmulas y para no refugiarse en la comodidad del buen gusto. Se debe aceptar que un espacio puede incomodar y que ahí radica precisamente su potencia. La arquitectura no siempre tiene que ser amable o limpia. A veces debe ser sórdida: rugosa, contradictoria, visceral. Porque en ese territorio incómodo es donde surge lo verdaderamente humano y aquello que no se puede edulcorar. El surrealismo lo entendió bien a la hora de caracterizar un hogar: el simple refugio se deja a un lado para que este también funcione como escenario de tensiones, espejo del inconsciente y máquina de imágenes.
The Apartment with a Lizard sigue estas premisas, erigiéndose como una vivienda que está cerca del organismo vivo, reflejando los sueños más profundos de sus habitantes. Esta propuesta no se limita a acumular elementos, ya que cada estancia forma parte de un todo continuo: una célula donde cada órgano tiene sentido solo en relación con el resto. De esa manera, el espacio residencial concebido por Metric Bureau se presenta como un líquido amniótico —envolvente, cambiante y heterogéneo— compuesto de diversos núcleos versátiles. El pasillo rojo se transforma en un umbral teatral; la cocina verde y espejada abandona la misión de laboratorio doméstico para servir como escenario participativo. Y el salón, con el retrato del lagarto aristocrático de Valery Kuznetsov, pone la guinda a todo este manifiesto.
Arquitectura surrealista como método de diseño
El conjunto está conectado en un flujo visual que no conoce bordes nítidos, sino membranas porosas sin jerarquías rígidas. El empleo de la estética surrealista en este contexto se percibe a modo de actitud: se tensa lo real hasta que se desborda, abriendo una grieta en lo cotidiano para que asome lo extraño. Dalí hablaba del método paranoico-crítico: mirar la realidad hasta hacerla irreconocible, hallar asociaciones imposibles y traer lo inconsciente a la dimensión tangible. Y en The Apartment with a Lizard sucede algo similar.
El mural en el dormitorio interrumpe el hilo conductor, como un recuerdo incrustado en la materia. La saturación cromática y la densidad de texturas convierten cada ambiente en una experiencia perceptiva intensa cercana al sueño. Y el lagarto vestido de gala — colocado en el lugar de un retrato familiar— desplaza lo cotidiano hacia lo insólito, generando humor y desconcierto. Esta inclinación onírica va más allá del juego estético, camuflándose como una crítica silenciosa a la disciplina, incitando a que lo racional también delire; una contradicción para que lo poético y lo concreto puedan convivir.
Los clientes —una pareja con sensibilidad artística y un estrecho vínculo con la moda— aceptaron arriesgarse, y eso significa tensionar lo habitable hasta el límite. El resultado es un paisaje que nos empuja a enfrentarnos con proyecciones de lo que no entendemos de nosotros mismos. Y en esta época donde todo parece un catálogo de imágenes bonitas para Instagram, recuperar estos enfoques tiene cierta valentía, ya que la arquitectura, como la vida, no necesita ser perfecta. Basta con que sea real.
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