En Please Do Not Sit Harush Shlomo desafía la convención del mobiliario con sillas y mesas que no quieren ser funcionales. Expuestas en Nilufar Gallery, cada pieza se convierte en un símbolo que cuestiona la norma y el significado del objeto cotidiano.
El acto de rebeldía de Harush Shlomo
Un cuerpo sano es sinónimo de actividad y buenos hábitos; pero al final se oxida y se degrada como algo intrínseco a la vida. El cerebro, la mente y la actitud envejecen con una pátina que algunas veces los mejora —las menos— y, otras, los termina descolgando y arrugando. De igual modo, las experiencias vividas pueden convertirse en nubes grises que apagan el color, y en el proceso intervienen la pereza, la desidia y el gran enemigo: el sedentarismo.

Para combatirlo, hay una llamada a la resistencia y una reflexión: moverse, pues —contrariamente a lo que se dice— no hay que sentar la cabeza, sino mantenerla activa observando la realidad circundante. Concebidas en su estudio de Brooklyn, las sillas y mesas de Harush Shlomo son un canto desafinado y glorioso a la superficialidad en el Milán de la contención botulínica de la arruga. Expuesta en el santuario de la galería Nilufar bajo el nombre Please Do Not Sit, esta colección es un acto de rebeldía contra lo socialmente necesario.


Una metamorfosis mobiliaria en Nilufar Gallery
Con esta exhibición, su autor ya no habla de forma y función, habla del tótem y del símbolo. De lo opulento y de lo pobre. De una mesa con caballete, es decir: de una mesa en su expresión mínima. Estamos ante muebles que adquieren su valor durante la fase de arrancarle su utilidad. Sillas que son su propia metamorfosis, elaboradas desde el trazo de un dibujo, la memoria y las manos del artista. Estos objetos cotidianos creados con intención evocadora usan el espacio y su impacto emocional como narrativa visual. Algo así como atar los recuerdos para que no se escapen a través de su cobre hipnótico.


Colectivamente aceptada, la norma es un manto invisible que recubre a cada diseño. Sin embargo, a veces es eliminada. O lo que es lo mismo: su cometido salta por los aires. Esto ocurre en las obras de Harush Shlomo, donde ni siquiera hay lugar para la huella física humana, ya que no es posible utilizarlas de asiento. Llegados a este punto, el mobiliario se convierte en un elemento disruptivo que nos empuja al mundo del arte. Y aquí solo podemos referirnos a romper lo establecido para avanzar y a la pieza única como una herramienta para transgredir. En otras palabras, de la importancia de no dar nada por sentado, nunca mejor dicho.