El diseñador Michael Anastassiades dedica este Tributo a la silla Fini: una reliquia de la artesanía chipriota.
2011, fui invitado por los servicios culturales del Ministerio de Educación de Chipre para ser comisario de una serie de presentaciones en el Justus Lipsius, la sede principal del Consejo de la Unión Europea en Bruselas. Querían celebrar la presidencia de Chipre en 2012 y, como diseñador, se me había encomendado la responsabilidad de amueblar varias de sus salas para mostrar la identidad del diseño chipriota.
Fue injusto, por decirlo amablemente, que la presidencia de Chipre siguiera a la danesa. Es un país tan rico en historia del diseño que habría sido casi imposible competir con él. Cuando visité el edificio, estaba prácticamente inundado con los ejemplos más increíbles de obras maestras del siglo XX. Nada equivalente ha existido nunca en el pasado reciente de Chipre, y cualquier arquetipo que hubiera encontrado nunca lograría superar una idiosincrasia folclórica.
Mientras crecía en los años 80 en Chipre, mi padre encomendó al arquitecto modernista Neoptolemos Michaelides que construyera su casa de campo. Cuando estaba casi finalizada, ambos viajaron al pueblo de Fini, en la cordillera de Troodos, para encargar unas piezas de mobiliario. Cuando llegaron después de una larga espera de seis meses, no entendí todo el alboroto que se armó, quizá porque solo las veía dentro de un contexto del que estaba tratando de escapar desesperadamente.
Vine a Londres a estudiar en 1988 y, probablemente, fue la primera vez que me expuse a una nueva clase de historia del diseño mundial. Quería huir de todo aquello con lo que había crecido y abrazar esa nueva cultura internacional, tan rica que me llevaría toda una vida familiarizarme con ella. Con el tiempo, mi aprecio por el buen diseño se convirtió en una parte fundamental de mi educación.
Desde que me fui, he vuelto a la casa de campo de mi padre todos los años, pero nunca me había permitido ver las cosas con las que crecí a través de mi nuevo filtro. No fue hasta que mi búsqueda de la silla chipriota me obligó a mirar en la dirección más obvia. Quizás la tarea era más simple de lo que inicialmente pensaba.
Comencé a indagar sobre los artesanos de Fini que habían trabajado para mi padre en un intento de reunir suficientes sillas para el proyecto de la UE. Acudí al servicio de artesanía de Chipre en Nicosia solo para descubrir que este tipo de oficio se había extinguido y que no quedaban supervivientes de la familia que solía desempeñarlo.
Tomé prestada una pieza de la casa de mi padre y me presentaron a un carpintero que afirmaba ser el único sobrino vivo de dicha familia. Intentó hacer varias réplicas, pero ninguna la igualó en calidad. Inmediatamente me di cuenta de que cada una de las sillas originales se había fabricado de diferente manera porque todas ellas eran un acto de improvisación magistral. Los elementos que las conformaban habían sido cuidadosamente seleccionados entre restos de madera que se asemejaban mucho a la forma final imaginada. Luego, se modelaban y se les aplicaba un acabado que disimulaba ligeramente su estandarización.
Hicimos unas cuarenta unidades para llegar a la mitad del número que podría parecer aceptable. Mi experiencia en producción industrial era incapaz de proporcionarme las habilidades adecuadas para reproducir esas cantidades. Fue entonces cuando entendí la necesidad de la tradición en los oficios artesanos y la importancia de regresar a mis raíces | Michael Anastassiades