El estudio Napur Architects ganó el concurso del Museo Etnográfico de Budapest con una propuesta que pretendía resolver de un plumazo el abanico de problemas que planteaba.
Un gesto audaz para el Museo Etnográfico de Budapest
Se trata de un edificio con un desarrollo extensísimo, que debía adaptarse a los requerimientos de una colección inabarcable de piezas y que se sitúa en la entrada del Városliget, uno de los primeros parques públicos del mundo. El equipo húngaro venció porque su idea solucionaba estas cuestiones enterrando más de la mitad de la mole bajo el suelo que antes ocupaba una explanada de aparcamiento. Esto dio lugar a una plaza, que se iría convirtiendo en un mirador sobre el paisaje.
El gesto parecía audaz y divertido, eficiente y evocador, pero posiblemente no habría sido suficiente. En un parque que se va llenando poco a poco de equipamientos culturales de los mejores arquitectos —como la Casa de la Música de Sou Fujimoto o, próximamente, la Galería Nacional de SANAA—, el Museo Etnográfico de Budapest debía ganar en representatividad. Además de exhibir su carácter de “observatorio”, el alzado —la imagen exterior— tenía que hablar expresamente de lo que había dentro.
La estrategia de Napur Architects
Para conseguirlo, los arquitectos se centraron en hacer de la institución una inmensa zona pública, una gran ágora. Por ello pensaron en una construcción que hiciera de cubierta, que sirviese de hito para la ciudad y que se transformase en un jardín vertical: algo más urbano que un parque, pero definitivamente más verde que una calle.
Y para recordarnos que el Museo Etnográfico no es solo una planicie gigante, los revestimientos han seguido los patrones de los dibujos de algunos de los objetos de la exposición: textiles, cerámicas, maderas… Un volumen reforzado por una fachada que acentúa las líneas curvas y que nos empuja a imaginar un interior impensable.
Es difícil calcular la repercusión que una apuesta de este tipo puede tener dentro de un área histórica como el Városliget. Pero lo cierto es que Napur Architects ha realizado con habilidad un encargo faraónico que, por tamaño, podría haber desvirtuado la panorámica de ese gran hueco verde en la trama de la ciudad. El resultado es una de esas obras que nos permite hablar de todas las escalas de la arquitectura en un edificio que lucha por mostrarse como un museo, pero que, necesariamente, también es una plaza.
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