Los arquitectos Julia Ruiz-Cabello y Santiago Del Águila presentaron en el marco del festival TAC! el pabellón Lost Forest. Una instalación que reflexiona sobre la problemática de los incendios forestales visitable hasta el 16 de noviembre.
Arquitectura y entorno. Un pacto visible en el Festival TAC!
En ocasiones, nos referimos a la tectónica en la arquitectura para definir el pacto invisible entre los edificios y sus materiales con el entorno en el que se asientan. Esta relación está sujeta a una serie de condicionantes de toda índole: climatología, orografía, inmuebles adyacentes… pero muchas veces se nos olvida que dicho pacto invisible no es un acto fundacional. Los lugares donde las construcciones se ubican, así como los elementos que las hacen viables, tienen memoria; una que es capaz de visibilizar historias. Precisamente, de eso va la instalación que han erigido Julia Ruiz-Cabello y Santiago Del Águila en el marco de la segunda edición del Festival TAC! —este año a caballo entre Donostia-San Sebastián y Valencia—.
Lost Forest ha sido la propuesta ganadora que, emplazada en la explanada de Sagüés, ahonda en los desafíos que la arquitectura tiene para abordar el contexto de emergencia climática del mundo actual. La iniciativa —impulsada por la Secretaría General de Agenda Urbana, Vivienda y Arquitectura del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA) junto con la Fundación Arquia— ha contado para esta celebración donostiarra con la colaboración Departamento de Ordenación del Territorio, Vivienda y Transportes del Gobierno Vasco, Habic, el Instituto de Arquitectura de Euskadi y la Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi Mugak. Esto no es baladí, ya que el planteamiento está hecho, integralmente, de los troncos de los pinos laricios procedentes de los ochos incendios que en el pasado mes de junio de 2022 asolaron los bosques de Navarra.
Lost Forest: una pirámide de pinos laricios
El pabellón pretende visibilizar a través del material empleado dicha problemática: la de unos incendios forestales que dejan un paisaje desolador. En el caso navarro, se llevó por delante más de 15 000 hectáreas de bosques frondosos. La definición formal de la obra traslada a una realidad física y concreta —inserta en el contexto urbano— un hecho que acostumbramos a ver, horrorizados frente a nuestros televisores, durante la temporada estival. Porque ya se sabe, eso del fugo en los montes muchas veces queda demasiado lejos.
El volumen, de carácter escultórico, no es más que una pirámide de base y coronación ortogonal con una apertura en dos de sus alzados y elaborada por troncos de árboles quemados. Un espacio monumental, sustentado por un armazón metálico que busca, apelando a la fenomenología de los componentes y a la rudeza telúrica de los troncos bañados en ceniza, apelar al recuerdo colectivo. Un escenario de muchas memorias perdidas que ardieron. Una acción para que ahora quienes lo transiten se acuerden siempre del bosque perdido al volver a casa.
En este enlace puedes leer sobre la primera edición del Festival TAC! de Arquitectura Urbana.
Los arquitectos Julia Ruiz-Cabello y Santiago Del Águila.