Movimiento, materialidad virtuosa y pensamiento aristotélico marcan las pautas de las esculturas de Turbina Studio —arte y diseño—, cuyos fundadores son Mateo Fumero y Minerva Capdevila. Pocas firmas desarrollan abiertamente planteamientos filosóficos para fundamentar su trabajo. Pero si uno entra en la página web de Turbina Studio, se encuentra con preguntas como: “¿Es el tiempo una percepción humana?” “¿Cuál es su origen?” “¿Podemos experimentar diferentes ritmos?”
Esto ha sido tema de análisis de grandes pensadores a lo largo de la historia. El mismo Aristóteles, en el libro IV de Física, nos indica que el tiempo no es un movimiento y a la vez que no hay tiempo sin movimiento.
Turbina Studio explora y hace perceptible estas cuestiones temporales en cada uno de sus proyectos. El dúo crea obras que son testigos y enlace entre las artes decorativas contemporáneas y las bellas artes. Sus trabajos parecen marcados por la naturaleza. Las texturas y los colores recuerdan la erosión producida por el agua, el viento e, incluso, la estratificación del suelo.
De hecho, las piezas de Mateo Fumero y Minerva Capdevila se definen por un método artesanal de investigación íntima de los materiales donde estos dejan entrever su esencia, simbología y lenguaje. Algo que conectan con la filosofía del estudio. En este punto, hay un vínculo no tanto formal, pero si ideológico, en la manera de concebir, entender y trabajar los elementos en el diseño actual. Lo hemos visto en otros creativos como Ian Felton, Elyse Graham o Gustavo Neves.
Turbina Studio explora y hace perceptible estas cuestiones temporales en cada uno de sus proyectos.
También trabajan en otras ramas como las instalaciones cinéticas, el escaparatismo, el diseño de objetos, la iluminación y la escenografía. Si hablamos específicamente acerca de las instalaciones motrices de la Turbina, volvemos a encontrar la intención de evocar en el espectador el transcurrir del tiempo, esta vez con estructuras mecánicas impulsadas por motores que agregan movimiento.
El dúo de creadores expande los límites de la escultura y tiende puentes entre el objetivo comercial y la reflexión existencial.
Un ejemplo de esto es el proyecto MÁQUINA IV. «Aparato encargado de convertir en polvo una barra de carbón. De funcionamiento extremadamente lento, el carbón gira friccionando una rejilla que lo muele paulatinamente.» Fuente: Instagram mateofumero.
Salvando las distancias, al observar MÁQUINA IV encontré en ella similitudes —a una escala mucho menor— con la monumental My Red Homeland (2003) de Anish Kapoor: un círculo de 12 metros de diámetro, 25 toneladas de cera roja, un motor y un brazo en constante actividad que va dando forma a la materia. En definitiva, Turbina Studio expande los límites de la escultura y tiende puentes entre el objetivo comercial y la reflexión existencial. ¿Cuánto dura el presente?
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