La ficción es una sustancia incesantemente activa y enormemente poderosa. Es seguramente erróneo relegarla a la consideración de ser una entidad paralela a la realidad ya que, de hecho, es una extensión del territorio de ésta. Su acción creadora es capaz de infiltrarse en la realidad para intervenir en su construcción.
Esta idea está en la cita del pensador y bibliófilo Alberto Manguel que toma como premisa de partida Doce fábulas urbanas: «Hay ciudades que comienzan con unos pocos libros.» Ethel Barahona Pohl, comisaria de la exposición en colaboración con César Reyes, reflexiona así sobre esa vinculación o analogía entre una metrópoli y las páginas de los libros: «Es en la ciudad, así como en las páginas de los libros donde nace el imaginario colectivo, donde se crean las narrativas que llevamos grabadas en nuestras mentes y que guían nuestros comportamientos; donde las relaciones sociales tienen lugar y generan ficciones y fricciones, sueños y fantasías, recuerdos y deseos, pesadillas y miedos, también.»
La exposición –organizada en Matadero Madrid y que podrá verse hasta mediados de junio… una vez que se levante el estado de excepción- busca respuestas a la pregunta de cómo es nuestra ciudad ideal. Para ello se recurre como inspiración al proyecto «Twelve Cautionary Tales for Christmas», desarrollado en 1971 desde las páginas de la revista Architectural Design por el grupo radical Superstudio: un equipo de arquitectos italiano fundado en 1966 y comprometido en una aproximación experimental a la arquitectura con el objetivo de alentar cambios profundos en la sociedad. Su propuesta estaba compuesta por una docena de cuentos breves acompañados de una ilustración.
Reconceptualizando esa propuesta y sin desear reducir la vocación radical con la que surgió, la exposición de arquitectura radical Doce fábulas urbanas reúne otras tantas producciones narrativas realizadas por equipos actuales pertenecientes a diferentes generaciones y líneas de trayectoria. Apelar a lo experimental intensifica su sentido en este momento concreto en que, como señala Barahona Pohl, «las ciudades son también el escenario de los grandes desafíos contemporáneos: la crisis económica (…), las crecientes migraciones globales, el aumento de la desigualdad, la crisis de vivienda y el colapso medioambiental. Esta necesidad de encontrar o crear herramientas para subvertir el statu quo también requiere formas de comunicación diferentes y radicales, que nos permitan acercarnos a toda esta información para poder decodificarla adecuadamente, analizarla y hacerla comprensible, y de esta forma poder imaginar cómo son las ciudades que podrían llegar a existir».
Las doce instalaciones presentadas introducen reflexiones que giran en torno a aspectos como la posibilidad de generar nuevos protocolos urbanos que permitan nuevas formas de ocupación y uso de espacios vacíos; la disolución del sentido de lo público, lo privado y lo doméstico en la era de la tecnología digital; la reformulación de la ciudad dentro de una ecología política queer; la mirada situacionista sobre la urbe contemporánea; la imaginación distópica y utópica; el rol de los elementos naturales y los fenómenos orgánicos en la construcción de nuevas estructuras sociales; la crítica a la ignorancia y la desidia de las decisiones políticas en lo relativo al patrimonio arquitectónico… Miradas de frente hacia la complejidad de lo contemporáneo en su presente y futuro.