Cada vez más enfocado en crear software y programas que faciliten la vida de la gente, Benjamin Hubert ha logrado fusionar diseño analógico y cultura digital.
Mediante objetos, aplicaciones y nuevos materiales con altos niveles de sostenibilidad, Benjamin Hubert nos ofrece una visión humanista de la tecnología que nace de su propio concepto de un mundo mejor.
Bejamin Hubert se ha convertido en un referente del diseño. Defiende un discurso de coherencia concisa, consistente, austera y contemporánea; un discurso claro, disruptivo y contundente, que transmite una gran sensibilidad hacia el entorno y hacia las necesidades del usuario. A través de su versátil creatividad, este diseñador industrial británico trabaja teniendo en mente un futuro posible, ecoconsciente, sostenible e integrador, que él mismo contribuye a construir desde su gran capacidad para concebir conceptos globales. Su trayectoria y su identidad como diseñador son las de un verdadero estratega: la del ingeniero industrial y la de un agudo observador de la industria con la que es constructivamente crítico.
Durante nuestra charla en la pasada edición del Madrid Design Festival, pude comprobar que estamos ante un creador completo, capaz de pensar soluciones tanto para fabricantes de mobiliario como para firmas dedicadas a desarrollar tecnologías avanzadas. Con su visión del mundo, Hubert expande esa intersección en que ambos extremos se unen y, según sus propias palabras: “Producen nuevos objetos, experiencias o aplicaciones, siempre destinados a aumentar el bienestar de la gente”. En su currículum profesional, marcas consagradas y otras más jóvenes conviven con startups y varias ONG dentro de su ecosistema de clientes.
Tanto él como su equipo han demostrado ser capaces de crear algo diferenciador para cada tipo de categoría. Desde la personalización de artículos de producción masiva —como es el caso de la silla de ruedas GO y sus accesorios— hasta aplicaciones y wearables que contribuyen a medir la huella de carbono, pasando por la fabricación de hardware de medición del ritmo cardiaco o paneles modulares de insonorización elaborados a partir del cáñamo prensado, uno de los llamados supermateriales, que crece muy rápidamente y que absorbe una enorme cantidad de CO2.
Hacia el impacto cero
Su filosofía busca forjar un futuro donde lo tecnológico se funde amigable y eficientemente con las necesidades nuevas y antiguas del hombre. Como un humanista contemporáneo, la sostenibilidad y la innovación son claves en su trabajo. Así, investiga constantemente con elementos reciclados, nuevos o biodegradables, con el fin de reducir la cantidad empleada en cada producto y, por tanto, de minimizar el impacto medioambiental que conllevará su elaboración. Para ello, se concentra en optimizar los procesos sobre la base de un profundo conocimiento técnico. El objetivo: conseguir un mundo mejor a través del diseño. Él mismo nos lo plantea durante la entrevista: “La sostenibilidad no puede abordarse desde un solo plano. Ha de entenderse como un problema multicapa, y ha de tener un enfoque global. Una de las mejores maneras de pensar en la sostenibilidad es la durabilidad, además de la procedencia de los materiales y su potencial reutilización. De modo que la atemporalidad y la resistencia son muy importantes. Cuando concebimos mobiliario, esperamos que tenga una vida larga, de entre 10 y 20 años”.
De Hubert a Layer
Cuando se presenta a sí mismo, menciona sus “orígenes humildes” alejados del diseño. De madre enfermera y padre carpintero de la construcción, en su formación se decantó primero por las artes y más tarde por la ingeniería industrial, cuando descubre que le gusta “solucionar problemas” y que su personalidad es esencialmente práctica y analítica. Él mismo se define como un hombre de números que disfruta con entusiasmo creando cosas bellas. La robustez, el esfuerzo y la dedicación para “mejorar los objetos” han forjado un estilo propio que refleja lo que él entiende por “buen diseño”.
Trabajó durante varios años en estudios de diferentes dimensiones. En ellos aprendió la importancia de un buen producto y el enorme esfuerzo que requiere perfeccionarlo. En ese tiempo frecuentó la Feria de Milán, donde descubre que alguien puede crear una pieza y darle nombre. Ese sentido de autoría le impulsa a fundar en 2011 Benjamin Hubert LTD —un estudio boutique con un equipo de 3-5 personas— desde donde ideó mobiliario para firmas como Cappellini, Moroso y Poltrona Frau, trabajos todos ellos muy “analógicos”, demasiado para un creador apasionado por lo digital.
Cinco años más tarde decidió lanzar Layer, una agencia de diseño estratégico con la que reposicionarse como diseñador. Además, se convirtió en cofundador y director creativo del estudio Nolii, exclusivamente dedicado a productos digitales o relacionados con la tecnología. Hubert repite incansablemente que esta debe simplificar y mejorar nuestras vidas, que debe ser intuitiva y responder, al igual que lo analógico, más a necesidades reales que a deseos del consumidor.
Actualmente, Layer cuenta con un equipo multidisciplinar de unos 25 profesionales entre arquitectos, ingenieros y una gran diversidad de especialistas. Con ellos comparte un espacio y una metodología colaborativa, que fomenta “fracasar rápido” para descartar ideas erróneas en las primeras fases de conceptualización de un proyecto.
Ingeniería visionaria
LAYER fusiona dos ámbitos que, por lo general, suelen estar separados en los estudios del sector. “Trabajamos para fabricantes de mobiliario de enfoque muy artesanal y clientes radicalmente tecnológicos, situados en el otro extremo. Esto es lo que nos hace especiales como estudio”. Por una parte, realiza propuestas para marcas como Vitra, Fritz Hansen, Herman Miller… Y, por otro lado —y esto entusiasma a Hubert particularmente—, la labor “estratégica” que le lleva a analizar cuál es la hoja de ruta de la innovación y hacia dónde nos está llevando. En esta área, Hubert colabora con empresas como Google, Samsung, Dell, Airbus o Nike.
La investigación sobre materiales y sobre cómo estos son impulsores de la creación es uno de los mantras de Benjamin Hubert. La mesa Ripple (2014) —que arranca como un proyecto propio, pero luego consigue el apoyo del Museo del Diseño de Londres— es un ejemplo paradigmático. Con ella quería crear una pieza que hiciera cambiar nuestra percepción acerca de lo que es una mesa. Para ello eligió la madera, asociada históricamente a este tipo de mueble, la convirtió en una finísima lámina barnizada de 3 mm y, una vez conseguido esto, decidió corrugarla. Emplea una ínfima cantidad del elemento y el resultado es ultraligero y diferente, a la vez que muy resistente y estéticamente novedoso. Lo que también vemos en el taburete Hula, su primera colaboración con Andreu World, que destaca por su simplicidad intuitiva.
En esta misma línea, la silla AXYL, para la británica Allermuir (2017) tiene una identidad fuerte que transmite fluidez y que, además, incorpora plástico biodegradable. En palabras del propio Hubert: “Es una silla muy técnica, resistente, envolvente, práctica y confortable que rodea el cuerpo de un modo amable”. Su gran interés por los textiles le ha llevado a colaborar con firmas como Moroso, con quien le resulta posible experimentar. “Con ellos procuramos desarrollar tejidos que incorporen reciclaje y cuya elaboración reduzca los desechos, además de simplificar los procesos y lograr textiles más resistentes que duren más tiempo”.
Detrás de todo esto, se encuentra la preocupación de Benjamin Hubert por el porvenir. “Lo que verdaderamente queremos es trabajar con empresas y personas que tengan el apetito y la ambición de crear cosas realmente nuevas, que nos propongan un reto y que nos permitan ofrecerles soluciones. Queremos saber cómo vive la gente ahora, cómo van a vivir en las próximas décadas, y qué artículos van a necesitar, para ayudarles a ser más felices y a estar más sanos”.
