Una elipse es el punto de partida de esta casa en Valencia. Sus líneas curvas, que nos hacen ver una sola altura donde en realidad hay tres, funcionan como una conexión con el entorno: un paisaje de Valencia al que Fran Silvestre Arquitectos respeta haciéndolo partícipe del proyecto.
Cuatro pilares soportan la estructura elíptica de hormigón que, de un modo sensual y tremendamente elegante, ejerce de anfitrión ante la piscina y el jardín. Esta fachada continua, revestida de Solid Surface, da paso a un interior donde nada es lo que parece; donde la quietud de una estética totalmente blanca se ve rota con piezas en negro escondidas tras puertas y paredes. Todo es flexible y transformable. Todo tiene un lugar para ser usado y también para quedar oculto.
A través de ventanas y lucernarios, la luz natural, inteligentemente dirigida y construida como un elemento arquitectónico más, inunda las estancias de cielo valenciano. La artificial, por su parte, ha sido diseñada con la finalidad de resaltar las formas del edificio, respondiendo, de esta manera, a esa pequeña obsesión del arquitecto por la geometría. Así es casa Balint. Una escultura de proporciones épicas que invita a la relajación.