El joven fotógrafo boliviano, River Claure, ha reinterpretado la identidad aimara a través del imaginario de la obra magna de Antoine de Saint-Exupéry. Un proyecto que se puede visitar a partir del 26 de marzo en la galería de arte Camara Oscura, en Madrid.
Ni baobabs, ni zorros, ni extraños planetas ni, por supuesto, sombreros que son en realidad boas que se han tragado un elefante. Cuando se recodifica un libro tan arraigado en la cultura occidental como El Principito, hay que hacerlo desde la premisa de que lo verdaderamente incendiario del texto son solo ideas inconcretas: un joven fuera de lugar que mira el mundo sin comprenderlo, pero ávido de sus asombros.
Ese joven puede ser River Claure (Cochabamba, Bolivia, 1997), prometedor artista latinoamericano —premiado en festivales como GetxoPhoto o ganador del Premio Nacional Eduardo Abaroa de su país natal— o el niño protagonista de su proyecto fotográfico Warawar Wawa, traducible por “Hijo de las estrellas” y que está disponible para su visita en la madrileña Camara Oscura Galería de Arte desde el 26 de marzo hasta el 26 de mayo.
La lengua aimara en Camara Oscura Madrid
Warawar Wawa forma parte de una propuesta mayor: la traducción de la famosísima obra del aviador y escritor francés al aimara. Idioma cooficial en Bolivia y Perú —aunque también tiene variantes en Chile y Argentina—, el aimara es una de las lenguas amerindias mayoritarias, pero aun así lo que Claure ha buscado no es tanto domesticar su cámara para adecuarla al universo de El Principito, sino adaptar a ese insólito cosmos una contraposición de toda la raigambre histórica de los pueblos vernáculos en la actualidad.
De esa manera, gafas de Realidad Virtual, las marcas Nike o Calvin Klein, microchips, camionetas, cochecitos de juguete o portadas de DVD piratas conviven con ovejas tintadas, trajes tradicionales, salinas, nubes bajas, rosas, desiertos y cactus columnares. Un modo de apropiarse de toda una simbología de Occidente para producir nuevos códigos que respondan al concepto Chi’xi —“Gris” en aimara—.
Saint-Exupéry en Bolivia en la mirada de River Claure
Afincado en la capital española gracias a una beca en el prestigioso centro de estudios EFTI, River Claure ha detonado todo el discurso colocando al personaje principal del libro en el contexto andino. “Mientras leía me preguntaba por qué imaginarme blanco y rubio al protagonista. Me di cuenta de que era un prejuicio, por lo que pensé cómo sería un principito como yo, moreno, con bisabuelos provenientes de una comunidad andina que migró desde Calacota a la ciudad”, ha asegurado, obviando los propios y populares dibujos de Saint-Exupéry.
Gracias a fondos del Gobierno boliviano, este graduado en Artes Escénicas, Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual pudo contestar a su pregunta, que solo le ha traído alegrías, pues ha expuesto en Perú, Reino Unido, Italia, amén de en Bolivia y España. Otra forma de cuestionar términos como colonización y descolonización y sobre los puentes que se pueden tender entre culturas —y entre planetas—.
Quien también tiende puentes, en su caso temporales, es el ucraniano Alexey Kondakov con sus obras de arte clásico en el baño de una discoteca o comprando zapatillas de deporte.
Ubicada en la calle Alameda, 16, es fácilmente localizable, ya que se encuentra a la espalda del CaixaForum madrileño. Una calle paralela al Paseo del Prado, cerca de la Estación del Arte de metro (Línea 1).