El arte se metamorfosea. Se adapta y se expande por otros medios desvinculados inicialmente de sus ámbitos. Vanity Fair esconde tras sus cien años de vida a los grandes de la fotografía, de la pintura, de la literatura o la ilustración. Y en la galería IvoryPress Art, hasta el 8 de enero, podrá entenderse cómo una revista ha podido convertirse en un espacio generador de arte.
Hace casi cien años que Vanity Fair abrió sus puertas. Una publicación que se ha caracterizado por dos motivos fundamentales: su apuesta por publicar a artistas, ilustradores y escritores y por lanzar a los que con el tiempo se han convertido en fundamentales iconos de la fotografía. Este centenario y la exposición de los mejores fotógrafos de la revista, son el motivo para charlar con Debra Smith, comisaria de la exposición Vanity Fair 100 years: Masters of Photography en la galería IvoryPress Art de Madrid, y Lourdes Garzón, directora de la edición española de la revista. Las dos nos contaron los ejes y secretos principales de esta muestra.
Comienza el espectáculo
La trayectoria de la revista tuvo dos momentos claves. Su apertura como magazín durante el 1913, y su reaparición, tras cincuenta años de cierre, en 1983. Dos etapas diferentes marcadas por un mismo espíritu: estar allí donde lo mejor estaba a punto de acontecer.
En 1913, el editor Condé Montrose Nast estaba gestando lo que sería con el tiempo una cabecera fundamental, referente hoy día de parte de la historia de la fotografía. Y trampolín para otras artes. La revista nació en un momento difícil en el que se estaba cocinando la I Guerra Mundial. Tras ella, la eclosión de Vanity Fair fue total. Los años veinte supusieron la lanzadera definitiva. Artistas, celebridades, políticos desfilaron por sus páginas haciendo de esta revista “un fiable barómetro de su tiempo”, como señaló Cleveland Amory, analista social.
En esos años tuvieron espacio artistas que el tiempo colocó en lo más alto como Picasso o Brancusi. Y donde fotógrafos de la talla de Man Ray, Baron de Meyer o Steichen fueron creando el ideario visual de Vanity Fair. Tiempos del anclaje entre lo intelectual y el arte, junto con el glamour, el cosmopolitismo y la sofisticación. Pero a pesar del buen ritmo, eventos posteriores como el Crack de la Bolsa de Nueva York, o el empuje del fascismo fueron ahogándola, cerrando sus puertas en 1935. En ese número se ya incluyeron imágenes a color, como las de Marlene Dietrich fotografiada por Anton Bruehl y Fernand Bourges. Puertas que se volvieron a abrir en 1983 partiendo de ese legado artístico tan característico de la primera época. La creciente admiración hacia las celebridades, trabajos refinados y controvertidos, junto a nuevos y destacados fotógrafos fueron devolviendo las energías y la posición dominante de V.F. Mario Testino, Sebastiao Salgado, Helmunt Newton, Mapplethorpe, Nan Goldin. Y sobre todo, Annie Leibovitz, médula espinal de la imagen referencial de la publicación durante esta última etapa. Debra Smith nos comentaba sobre ella que ha sido identificada con la revista durante casi 30 años, marcando un estilo tan suyo que es difícil separarla de ella. Una cabecera que como Lourdes Garzón nos comentaba se diferencia de otras por el empeño en hacer historias distintas. Con textos, puntos de vista e imágenes que tengan un plus.
Vanity Fair 100 years. Ivory Press
Una de las características de esta publicación ha sido su apuesta por disciplinas como la literatura, el diseño y por supuesto la fotografía. Y fue ese afán de búsqueda, lo que la perfiló como una revista “cazatalentos”. En sus páginas se dieron a conocer en EE.UU. artista como Picasso. Muchos escritores han sido publicados primero en V.F., como Camus, etc. “No sé si diría cazatalentos, comentaba Lourdes Garzón, pero sí que intentamos encontrar nuevos puntos de vista. Como la primera portada de Testino, y ahora hemos organizado con el museo Thysen una exposición sobre él”.
Seleccionar las fotos que irían expuestas en Vanity Fair 100 years ha conllevado un año de trabajo intensivo. Debra Smith empezó visionando imágenes de la primera época. “Una vez que tenía fotos de Man Ray, etc, era más fácil hacer la selección de las fotos modernas porque muy pocas de la segunda época, aunque son divertidas dentro de la revista, aguantan colgadas junto a un Man Ray”. Lo importante era ver si había una segunda lectura. Un algo, un mensaje, alguna pista más del personaje. La pregunta siempre era: ¿es una foto histórica? ¿puede aguantar diez años o no? Un criterio personal en el que participaron también Lourdes Garzón y Elena Foster, directora de IvoryPress Art.
Según Garzón, “con esta exposición queríamos enseñar que V.F. es una cabecera con un siglo de historia y dar una visión global de la revista. Que había fotos históricas que han pasado ya a la categoría de arte y que están colgadas en museos. Es como la cultura popular elevada a arte. Por una parte hay grandísimos fotógrafos y por otro personajes retratados que han marcado la historia de nuestra sociedad. Desde Obama, Penélope, o Picasso. La ambición de esta cabecera es ser un retrato de la sociedad que nos rodea. Del mundo de la moda, del cine, de la política, de la cultura. Al final V.F. no es más que una mirada a la sociedad de nuestros tiempo a todo lo que nos rodea”. Para Debra Smith era importante crear un hilo conductor en el que no se atendiera exclusivamente a la correlación cronológica, con imágenes de estilos muy variopintos. Algo que según ella, ocurrió en la exposición de fotografía de V.F. que hubo en la National Portrait Gallery, en donde estuvo expuesta el retrato de Philip Johnson portada de este artículo. A esto hay que sumar la crítica a la fama que en cierto modo quiso hacer Smith. “Vivimos en una época muy obsesionada con la fama. Y por eso busqué los retratos que tenían arrugas… O esa foto absurda de Tom Cruise con la familia en la montaña. Quería presentar unas fotos que parecieran bonitas pero que no son tan cómodas, porque sino para mi no son arte. Tienen que romper algo, cuestionar un poco”. Y tener un aspecto de show, algo que también le interesó especialmente a Smith, de ahí la selección de imágenes relativas a payasos y bailarines.
Los ropajes del arte
Testino en el Thyssen, Bourdin en la sala de Canal, exposiciones de Annie Leibovitz, o David Lachapelle. Fotografías de moda, vinculadas a un medio efímero y puntual, están invadiendo las galerías y museos. Nos preguntamos por qué, y le preguntamos a ellas. “Sinceramente creo – en palabras de Debra Smith – habría que ver caso por caso. He estudiado muchísima fotografía, he investigado en los archivos, y hay pocos fotógrafos que aguanten en un museo. Bourdin, por ejemplo, sigue siendo para mi increíble. Sus fotos tienen casi 40 años y aguantan perfectamente. Son totalmente modernas. Es una excepción. El hecho de que haya tantas exposiciones de fotografía habla mal de nuestra generación. Creo que estamos perdiendo la capacidad de ver arte de verdad. A mi juicio hay fotógrafos muchísimo más interesantes que deberían de estar en los museos. Pero tal vez la gente está loca por los personajes y la moda. He visto a visitantes en la galería y se sienten como si estuvieran viendo una foto familiar, como si fuesen sus amigos. Laura Garzón coincide con Smith en esa atracción que el público en general tiene hacia las celebrities. Es esa ansia de ver y ver de cerca a un famoso, un actor, un político, la que ha hecho que la fotografía tuviera un desarrollo espectacular.
Lo cierto es que algo tiene que estar ocurriendo cuando las salas se llenan de lo que antes fueron portadas de revistas. Y de modelos, de ropajes de alta costura, de personajes famosos retratados en su salsa, en su intimidad o en interpretaciones de lo más variopinta. ¿Estamos en un momento en el que la crisis económica y financiera impide arriesgar? ¿Y que ocurre entonces con aquellos que tal vez debieran de estar, pero que no dan réditos a pesar de la calidad de sus discursos creativos?
Posiblemente Debra tenga razón, y solo las fotos de Vogue y V.F. puedan ser colgadas en un museo y aguantar. Hay fotógrafos increíbles, muy artísticos que merecen la pena pero no son rentables. La exposición de Vanity Fair funciona porque las fotos que he elegido he intentado que fueran arquetipos. Y esto funciona en términos de arte. Porque la gente se siente cómoda pero luego algo se les mueve. He querido que las fotos tuvieran una segunda lectura y llegasen al subconsciente de la gente para recordar cosas más allá del personaje.
¿Deja vù?
Sin duda hablamos de una publicación que ha catapultado a muchos artistas. Que ha apostado por la innovación, por el carácter y la calidad. Imágenes que forman parte de la iconografía artística. Pero nos preguntamos, estirando la mirada a estos últimos años, si estos cazatalentos siguen con las mismas ansias de arropar lo novedoso, la calidad creativa. “Hay que cambiar un poco, afirma Debra, no se puede presentar las cosas como en los años ochenta. Es un momento interesante en la revista y quería también reflejar esa tensión en la exposición… Si tuviera que hacer una crítica a V.F. sería esa, que están estancados con los mismos. Creo que no están realmente experimentando con nuevos talentos. Y es un problema. Se experimenta con escritores, pero no con artistas y fotógrafos. También es problemático que Annie Leibovitz haya sido identificada con la revista durante 30 años. Ha marcado un estilo tan suyo que es difícil separarla de V.F. A mi juicio están pensando lo que van a hacer, pero todavía no hay un fotógrafo claramente definido. No veo una voz nueva todavía”.
Debra habla con calma, lentamente, dejando en el aire una duda sobre la incógnita por lo que vendrá después. En cualquier caso, Vanity Fair 100 years es finalmente un recorrido no sólo por los mejores momentos de esta publicación, si no, de parte de la historia misma de la fotografía. ¿Habrá otro siglo más de aciertos y descubrimientos? Tendremos que esperar.
Fotos cedidas por Condé Nast Publications.