La marca Gimaguas apuesta por la sede física huyendo de cualquier adorno modernista. De esa manera han concebido Guillermo Santomà y el estudio de arquitectura TEST su nueva tienda de Barcelona, dando lugar a un espacio donde la desnudez del hormigón viste toda la atmósfera.
Hormigón y arruga: el diseño de Guillermo Santomà y TEST
La austeridad es una cualidad que evita elogios vacíos y llamar la atención. Precisamente por ello, la paradoja nace cuando lo que es sobrio participa de un contexto en el que es minoría y despierta una curiosidad extraña. Como excepción, como contratendencia o como oasis y tregua.
Si los edificios de Barcelona tienen un rostro común, ese es el del modernismo catalán. En su paisaje urbano reina Gaudí, Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch… un panteón de creadores que dieron forma a las postales de lo que actualmente es la Ciudad Condal. Ornamentadas, ricas en detalles, organicistas y eclécticas. Incluso aún hoy asistimos a reinterpretaciones desde lo contemporáneo. Pero… ¿y si alguien decidiese contrariar radicalmente esa estética imperante? Donde antes abundaba el adorno, la desnudez sería una llamada de atención. Un contrapunto insospechado.
Gimaguas es una firma viral de moda que hasta hace poco se movía con naturalidad y exclusividad en el entorno que le vio nacer y popularizarse: el mundo online. Salvando contadas excepciones, a través de pop-ups efímeras en el extranjero, la marca no contaba con aspiraciones retail que requirieran de un lugar físico. Sin embargo, acabó llegando a la misma conclusión que muchos otros: el ser humano anhela experiencias distintivas y memorables. Y eso pasaba por la vivencia directa, por el goce de los sentidos y por la búsqueda de un “algo más”. En este caso, una tienda singular.
El diseñador Guillermo Santomà y el estudio de arquitectura TEST hicieron —y entendieron— el resto. No solo que el contraste es una manera eficaz de destacar —el viejo truco del color heterogéneo sobre fondo neutro para resaltar—, sino también que apostar por una sobriedad más propia de lo castellano que de lo catalán era toda una declaración de intenciones en la capital del modernismo.
Huyendo del modernismo en la nueva tienda de Gimaguas
Con una pulcritud sin floritura, despojada hasta el extremo, el ambiente ya no recordaba a Gaudí, Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch… más bien descubría una reminiscencia lejana a la gravedad de los pueblos segovianos que pintó Zuloaga; a la esencialidad y la eliminación de los vestidos del primer Balenciaga, influenciado por las fotografías a las lagarteranas de Ortiz Echagüe; o a la contención cromática de los monjes que retrató Zurbarán, con la severidad y el peso de los pliegues de sus hábitos religiosos de origen medieval. ¿Cómo no iba a suscitar curiosidad una austeridad de estética monacal en el ensanche barcelonés?
Como un Donatello entre las fieras, el espacio áspero contradice la riqueza ornamental de su entorno. Se teje como un gran túnel de hormigón gris, de planta alargada y continua en la magnitud de sus arrugas. Arrugas que los propios arquitectos colocaron durante el proceso de obra. Apagado y en un desapego permanente, su pórtico clásico de piedra conduce a la solidez del textil de hormigón humidificado —un material geosintético empleado para la construcción de grandes infraestructuras—, que reviste la arquitectura del local como las prendas a los cuerpos.
Para acentuar y agravar su dureza, una sencilla bandeja de iluminación exenta atraviesa la tienda. El resultado final dista de esas postales de Barcelona; de sus rincones bañados en el ornato. Y en él nace la paradoja de la austeridad rompedora. Lo que no pretendía lucirse, lo que evitaba recibir miradas y elogios, ahora llama nuestra atención.
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El diseñador y arquitecto Guillermo Santomà y la firma Test han sido los encargados de dar luz a la nueva tienda de la marca de moda Gimaguas. Ambos apuestan en su trabajo por el valor de la transformación de los espacios a través de intervenciones inusuales, principalmente mediante la experimentación constante.
