Nature Times Art Design ha presentado The Chiu Hangzhou: un restaurante compuesto de siete estancias temáticas y ubicado en la planta 40 de un rascacielos corporativo. Un lugar para adentrarse en la cultura gastronómica regional mientras se otea la megalópolis china de Hangzhou.
Un restaurante temático para la gastronomía
En las últimas décadas hemos comprobado que con la arquitectura espectáculo lo icónico genera edificios, pero no lugares. Precisamente, la dificultad de The Chiu Hagzhou ha residido en devenir un lugar singular dentro de un icono del poder económico, como es el rascacielos en el que se enmarca. Y para proyectar este restaurante dentro de esta masa anónima, el equipo de diseño de Nature Times Art Design ha optado por crear un paisaje experiencial por el que se puede deambular. Así, el entorno abierto al distrito financiero de CBD refleja una integración basada en una gradiente de espacios donde la gastronomía de las subculturas regionales va transitando. Un maridaje que combina tradición y modernidad en un esfuerzo por acompañar con arquitectura la identidad gastronómica de las culturas que se ven convocadas al abrigo de sus paredes.
Tras el lobby, a 40 metros de altura, un sendero recorre las siete estancias por las que perderse en aras de la experiencia gastronómica. En este promenade destaca la apuesta por el juego de vistas cruzadas para originar una atmósfera enigmática, como sucede en la parte del ascensor por la que revolotean mariposas digitales. Una vez salvado el nivel inicial, el local se despliega en esos siete habitáculos: pequeños escenarios teatrales que contraponen texturas y colores, al mismo tiempo que modulan los ambientes según la identidad que quieran reproducir. Y mientras, la naturaleza se despliega y repliega sobre sí misma como un símbolo relevante de su artificialidad.
Una secuencia de colores, texturas, luces y sombras
La primera habitación —un salón del té situado en al otro extremo del lobby— plantea un paraje tectónico de superficies planas y lisas. Más adentro, hallamos un comedor de índole pública arropado por curvas sinuosas y brillos en gamas plateadas, que evocan los reflejos del río Qiantang. Si perseveramos en el camino, se mostrará ante nuestros ojos un pasaje subacuático que formula un espectáculo sonoro de cascadas, torrentes y arroyos utilizando recursos auditivos.
Más adelante aparece un entorno gélido, donde las paredes se tiñen de una blancura helada y se adornan con lotos marchitos y unas sombras tenues. Dicha sala de formas puras y rotundas manifiesta los inviernos nevados de Jiangnan. En oposición, la zona contigua exhibe el dramatismo de las pasiones desbordadas: una primavera en tonalidades rojizas que desata los sentimientos en un carnaval de soportales con estética orientalista.
La quinta área alude a los destellos que uno puede descubrir en un cielo; a partir de un mobiliario de diseño minimalista, se pone especial énfasis en los espejos como elementos compositivos de un ambiente que circula por una escala azulada. Del más eléctrico al más atenuado. Consecutivamente, el cuarto anexo habla de la potencia lumínica de los atardeceres. Para ello, los muros se han pintado de ámbar apagado y se iluminan sus ángulos para que el aura se vuelva íntima y cautivadora gracias a las maniobras ópticas y efectos visuales. Los muebles revelan geometrías redondeadas y cándidas en maderas lacadas, hechas a mano por artesanos del Chaoshan.
En último término, un gran ventanal, junto con piezas escalonadas, ajusta el amarillo precedente a un tono más rosáceo, descargando la atmósfera de brillos para aportar la profundidad espacial y la poesía del elogio de las sombras. Definitivamente, un trabajo que recoge en un nuevo lugar y edificio múltiples identidades posibles.
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Son un equipo de tres diseñadores que combinan el arte con la experiencia, ofreciendo una amplia gama de servicios, que incluyen diseño arquitectónico, diseño de interiores, muebles y accesorios.