España y Colombia comparten raíces históricas entrelazadas por siglos de intercambio y transformación. En la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el pabellón español cosió ambas naturalezas en un escenario ambulante vestido de diversos tejidos artesanales. Bajo el lema “una cultura para la paz, con los otros y con el planeta”, esta urdimbre intercultural hacía del espacio literario un ecosistema trotamundos que, como lo versado en los libros, habita una odisea accesible.
Literatura trotamundos en la FILBo 2025
“Leer, aun siendo un acto comúnmente sedentario, nos vuelve a nuestra condición de nómadas”, declara Antonio Basanta en Leer contra la nada. Y es cierto que, al tiempo que las palabras se entretejen y se significan en el tapiz del presente, la mente deambula posándose sobre los hilos etéreos de otras vivencias. Inmerso en el imaginario de Cervantes, el lector ve los gigantes danzando sobre el terreno manchego. También puede quedar enredado en las pasiones y engaños de La Celestina o atado al mástil del barco de Ulises, sintiendo en su propia piel el irresistible canto de las sirenas.

Como invitada de honor en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025, España parecía querer representar este viaje o paseo que nos brinda la lectura. Y concibió su pabellón Textum /Süchi. Tejer territorioscomo un auténtico trotamundos: un conjunto de escenas conectadas por el tránsito de bibliotecas ambulantes. Estas instituciones itinerantes rurales han constituido, en Colombia y en España, la vía de acceso a los libros para un grueso importante de la población. Por eso este diseño, que versa sobre la circulación, el enlace cultural y la conexión territorial como símbolo común y democrático, sostiene nuestra memoria trashumante.


Textum / Süchien Colombia. La coincidencia semántica
Además de evocar esa historia compartida, la arquitectura lírica de la propuesta curatorial —llevada a cabo por Antonio Monegal— bebe de las relaciones que se dan entre palabras como texto, tejido y relato; términos que confluyen tanto en latín (textum) como en lenguas amerindias habladas en Colombia, como el wayúu (süchi).Una narrativa fabulosa en la que el conocimiento escrito, cristalizado en los libros, se liga a la sabiduría artesana como la producción de fieltro, macramé, redes o fique.

Así, la coincidencia semántica universal se dibujaba desde la entrada, con un paisaje donde el trenzado geográfico se volvía tangible. Entramada con vegetación trepadora, la fachada consistió en un monumental tapiz de macramé —elaborado por la Asociación de Artesanos de Macramé de Cogua, Cundinamarca—, el cual resultó cuasiestructural. Este se extendía hasta formar un dosel de acceso e incluso funcionaba como texto; los nudos de cuerda colocaban desde el letrero de bienvenida hasta la señalética dentro del pabellón.

Una biblioteca ambulante metálica como urdimbre
El interior se manifestó como un homenaje a lo orgánico, cualidad implícita en la naturaleza flexible de los tejidos. El auditorio, el foro y las zonas de videopoesía irrumpían como accidentes montañosos aislantes, siendo confeccionados con piezas del fieltro de lana de oveja de una comunidad artesana de Sutatausa, Cundinamarca. Los escenarios recubrían sus tarimas de fique, una fibra vegetal colombiana producida por artesanos de Curití (Santander), mientras que los límites expositivos se trazaron en envolventes redes de pesca (atarrayas).
Toda esta diversidad artesanal contrastaba con el acabado reflectante de acero inoxidable empleado en las librerías, que albergaron unos 15 000 volúmenes. Sus esqueletos toman inspiración de cuatro bibliotecas rurales itinerantes de la historia de España. Y, aunque desplegadas en el intersticio, se erigieron como las protagonistas de este encuentro necesario entre el texto nómada y el lector contemporáneo, entre la trama material y la que se cobija entre las páginas.
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