La arquitecta mexicana Tatiana Bilbao aterriza en la ladera de Monterrey con uno de sus últimos experimentos domésticos: la Casa Ventura.
El impulso propedéutico de Tatiana Bilbao
Una experiencia arquitectónica profunda siempre constituye un intercambio. Yo entro en una estancia y la estancia entra en mí. A ese deseo se encomienda la arquitectura de Tatiana Bilbao, cuyos proyectos han cruzado las fronteras de Europa, Asia y América mientras enseña en Columbia o Yale. Una comunión que le ha valido reconocimientos tales como el Premio Global de Arquitectura Sostenible (2014), el Premio Kunstpreis Berlin (2012), el Architizer Impact Award (2017) o —a mi parecer— lo más revelador: que su porfolio pase a formar parte del acervo de la Colección de Arquitectura del Centro Georges Pompidou en París.
En el transcurso de su corta carrera, se entrevé un énfasis considerable con respecto a la producción del entorno doméstico en su noción más básica y gregaria: la necesidad del ser humano de poseer un refugio. Esta idea define a la práctica de Tatiana Bilbao, pero sobre todo la explica: su corpus construido —al igual que muchos de sus escritos— alude al impulso propedéutico a la hora de proyectar un espacio y la repercusión de ese gesto en nuestra vida y cotidianeidad.
Casa Ventura. Flotar encima de un cerro
En la cima de la ladera boscosa de la ciudad de Monterrey se ubica su última propuesta: la Casa Ventura. Como señala la arquitecta, esta ha sido diseñada para «fluir en un devenir constante, desde la necesidad básica del habitar íntimo, hasta la apertura hacia la otredad del paisaje». Dispuesta mediante la agregación de una serie de volúmenes pentagonales conectados, Bilbao aspira a reintroducir elementos de misterio —inesperados y desconocidos— en una imaginería arquitectónica contemporánea que se ha vuelto demasiado transparente, predecible e instrumental. Flotando en lo alto del cerro, cada unidad geométrica se asienta sobre una colina de fuerte pendiente y topografía irregular, con estructuras en voladizos y terrazas que optimizan las visuales panorámicas.
Es innegable que la aspereza del hormigón conjuga a la perfección con los contornos angulares y texturizadas del exterior, dotando a la vivienda de una cualidad monolítica parecida a la de una formación geológica, como la cara de un acantilado. En su disposición interior, se explora deliberadamente el poder secreto de la jerarquía espacial arquetípica entre ambientes servidores y servidos. Los distintos módulos permiten dividir la residencia en zonas públicas y privadas, con una escalera de caracol que da acceso a cada nivel. Las áreas comunes se acomodan en la parte más baja y plana del enclave, mientras que las habitaciones se alojan en secciones que gradualmente se elevan y rodean el desnivel.
No obstante, en Casa Ventura se exploran diferentes modos de fortalecer la autonomía y la autoridad artística renunciando, sin embargo, a una mirada más sensible y respetuosa sobre la naturaleza que la circunscribe. Su obra es tan hermética y autoafirmativa que supone un espaldarazo consciente a integrarse o a mimetizarse con el medio y su ecosistema; solo se relaciona con este último desde el interior y a través de las vistas que disfruta quién la habita. ¿Pero dónde quedan todos aquellos que sufren la presencia de ese monolito que rompe la composición de la ladera verdosa? ¿Dónde situamos la ambición individual frente al sentimiento colectivo? Aquí —como en tantas otras ocasiones— la libertad y los deseos de uno han doblegado al respeto y a la protección de un patrimonio paisajístico que es de muchos.
Tatiana Bilbao, aún un poco de crédito
Con todo, después de los intensos experimentos con la domesticidad que le han otorgado una fama internacional, en estos momentos Tatiana Bilbao está ensanchando su enfoque y ensayando diversas estrategias alternativas para proporcionar sentido y peso experiencial a la construcción contemporánea. Por ello, se une al círculo decidido de arquitectos de la resistencia: un grupo que defiende la dignificación del arte de la arquitectura frente al desgaste cultural y mental de los valores y significados que amenazan constantemente a la disciplina en nuestra cultura materialista, egocéntrica y cuasi racional.
Una obra que sí se adapta al paisaje circundante es la Açucena House de Tetro Arquitectura.
El proyecto de la Casa Ventura se inició en 2012.
Tatiana Bilbao, desarrolla en paralelo una carrera como docente: es profesora visitante entre otras muchas universidades en las universidades de Columbia o Yale.