Investigar los límites entre arquitectura y arte, entre el interiorismo lúdico y la instalación artística, explorar las líneas que se dibujan alrededor de estas disciplinas y enmarcarlas en un espacio intencionalmente indefinido. Estas son las claves creativas del estudio de diseño e interiorismo neoyorkino Snarkitecture. Alex Mustonen, fundador del estudio, abre sus puertas a ROOM Diseño y nos invita a explorar su trabajo.
Snarkitecture. Bajar la arquitectura al suelo
Snarkitecture es un estudio establecido en Brooklyn, el rincón más vivo de Nueva York. Su nombre proviene del poema The Hunting of The Snark, de Lewis Carroll, que describe el “viaje imposible de una tripulación improbable para encontrar una criatura inconcebible”. Todo lo que venga después de la elección de ese nombre es excitantemente inesperado. Su gran leitmotiv es hacer accesible el mundo de la arquitectura, bajarla de ese status superior en el que ha vivido durante siglos y, a su vez, convertirla en algo absolutamente insospechado. ¿Contradictorio? Sí. Pero si algo caracteriza a este estudio neoyorquino es ese aparente afán por llevar la contraria y crear nuevas maneras de interactuar con el público. Una visión que desarrollan en interiores comerciales, instalaciones y mobiliario, aunque con una coherente conexión entre las tres disciplinas.
Alex Mustonen, Daniel Arsham y Ben Porto forman un equipo donde cada uno juega un rol diferente, pero con una forma de trabajo completamente horizontal y colaborativa. En cada proyecto empiezan hablando sobre una idea, sobre lo que les evoca y sobre los posibles problemas que puedan surgir. “Por lo general, cuando comenzamos un encargo, todos estamos sentados alrededor de una mesa. Tenemos una discusión. En ocasiones todo comienza con un concepto muy general, más bien basado en nuestra propia experiencia que en el tema en sí mismo. No es como en otros estudios en los que está muy remarcado a quién se le ocurre una idea o un boceto, y después la labor del resto es darse cuenta de eso. Mi equipo está aquí para compartir un mismo lenguaje, compartir un enfoque conceptual y al mismo tiempo potenciar una faceta creativa individual donde cada uno elabora sus propias propuestas”. En este sentido, existe una continuidad entre la idea original y las oportunidades de un proyecto que hay que aprender a entrelazar.
Entre el interiorismo lúdico y la instalación artística
En los trabajos de Snarkitecture hay una tendencia evidente a fusionar continente y contenido, objeto y espacio. No cualquier firma está dispuesta a convertir su producto en parte de una pieza escultórica o viceversa. Por eso colaboran con empresas de planteamiento abierto para que este tipo de alianzas sean exitosas y fuertes. Véase el ejemplo de locales como los de COS u Odin.
En COS se utiliza la monocromía en paredes, suelos y producto expuesto para crear una pieza única, un ente inseparable. Para Odin, sin embargo, se apostó por estereotipar un frasco de perfume simulando una cascada desde el techo. La forma lo protagoniza todo. “Hacemos locales que son mucho más que una tienda correcta. Son funcionales pero tienen un plus. Consiguen atraer, invitar, dejar entrar a las personas y pedirles que se queden. Pedirles que miren a algún punto y vivan un momento asombroso, inesperado”. No se trata de intervenciones en las que se demandan elementos concretos de decoración que respondan a un criterio estandarizado. El campo de juego de Snarkitecture está fuera de lo usual. Y los clientes que acuden a ellos entienden lo que hacen y los desafían a crear algo nuevo bajo una gran premisa: ¿Cómo convertir una firma definida en una marca diferente?
The Beach
The Beach es una instalación interactiva pensada para disfrutarla en familia, al igual que cualquier otro día de playa. Inicialmente concebida para irrumpir en el National Building Museum en Washington D.C., ha acabado viajando en estos dos últimos años por ciudades como Tampa o Sydney. Materiales cotidianos como espejos, paneles o andamios rodean al océano creado con más de 1 millón de bolas de plástico reciclables y antimicrobianas. A veces sucede en las profesiones artísticas, que los creadores se pierden entre formas y colores convirtiendo el objeto de su estudio en una idea tan complicada que es imposible de entender. Pero es significativo que los propios usuarios de The Beach coincidan en el hecho de que es fácil entender la intervención aunque no se sepa mucho de arte, ya que se trata de algo emocional.
“En general es eso lo que queremos conseguir con nuestras instalaciones, hacer inteligible el arte para que la vivencia sea exitosa. Muchas veces tiene que ver con brindar la oportunidad de participar, de tocar físicamente, de interactuar. La arquitectura suele ser permanente, pesada. Sin embargo, muchos de los interiores que estamos creando son físicamente suaves y lúdicos, y eso no es lo que se espera. Cuando conviertes un lugar en una experiencia, consigues que las personas se sientan como niños, con su curiosidad y su imaginación, y con esa especie de alegría que proviene de conectar con el entorno. Para los instintos de un pequeño, una mesa no es solo una mesa, es un edificio por el que se puede pasar por debajo y una escalera es un juguete para subir y bajar”.
Lograr este tipo de conexión afectiva con determinadas piezas es el mundo al que Snarkitecture nos invita. Jugar para sentir y sentir para entender. Una estrategia que se vincula con las investigaciones de Verner Panton, Joe Colombo o Roberto Sebastián Matta, donde los límites entre diseño, espacio y happening quedaban diluidos.
El reciclaje como forma de evolución
A lo largo de la entrevista con Alex Mustonen, vamos descubriendo a un firme defensor de los espacios sencillos, monocromáticos y esencialmente blancos como símbolo de elegancia. La deconstrucción del medio y de los objetos como forma de conseguir ese aire de transformación continua, se suma al uso de uno o dos materiales en todo el proceso de creación. La apuesta por productores y artesanos locales y la reutilización de materiales de una instalación a otra forman parte de su preocupación por rentabilizar los recursos y dejar un mundo de algún modo mejorado. Descubrimos la lealtad del estudio hacia una manera de ver la vida. Esa que les lleva a coger piezas contemporáneas y rehacerlas con materiales “primitivos” para convertirlas en atemporales y, me atrevería a decir, eternas.
Pero, sin duda, descubrimos la fe absoluta de Snarkitecture en la arquitectura inclusiva. Esa que permite que cualquiera, ya tenga dos años o noventa, pueda ir a una instalación arquitectónica y vivir una experiencia memorable. “Queremos que la gente encuentre algún tipo de significado allí, sin tener que saber de qué trata el proyecto. No estamos interesados estrictamente en hacer trabajos para el arte o para impresionar a otros profesionales. Lo que desarrollamos está ahí para emocionar a las personas”.