
Los ojos se nos llenan de sal y de agua con este vestido. El corazón se empapa y nos pesa al ver la fuerza que lleva encima la creación de la escultora Sigalit Landau. No hay más tecnología que la historia de amor entre esta israelí y el Mar Muerto. Durante dos años, la autora sumergió en este lago un traje del siglo XIX inspirado en El Dybbuk de S. Ansky: una pieza teatral sobre una joven judía poseída por un espíritu maligno. Landau continuó la historia desnudando a la chica, arrojando al mar su vestido e inmortalizándola en una gruesa piel de sal. La belleza no está solo en el resultado, sino en la poesía del proceso: la transformación de ahogar en el tiempo una obra y su camino hacia la eternidad para acabar convertida en una escultura sublime de agua lenta. Es la novia de sal y este, un Primer Plano que deja sin palabras.
