De Alicia en el país de las maravillas todos sabemos algo. Recordamos la película de Disney, o la fantástica versión de Tim Burton o tal vez la misma novela, un monumento de la imaginación victoriana. Sin embargo, la obra es también una referencia del mundo psiconauta y tuvo un resurgir a mediados de los 1960 cuando se dieron a conocer los efectos de algunas drogas como el LSD. De hecho, el film de Disney, que pasó sin pena ni gloria en 1951, se volvió a estrenar tras el éxito de El submarino amarillo de The Beatles. ¿Coincidencia estética o referencias ocultas? No sabemos si los responsables de la compañía japonesa Diamond Dining se inclinan por una opción o por otra, pero estamos de acuerdo en que algo habrá cuando han creado cuatro restaurantes temáticos sobre el tema.
El último de la saga está situado en uno de los barrios selectos de Tokio, Ginza. Ahí se aglomeran las mejores tiendas y marcas. En el restaurante, se cuidan tanto los detalles en la recreación del mundo onírico de Alicia, que hasta las camareras van vestidas como la protagonista. Sin embargo, el estudio encargado del interiorismo niega haberse limitado a imitar. Así lo comenta Eiichi Maruyama que completó el proyecto junto con Katsunori Suzuki: “Queríamos dar a los comensales emoción y sorpresa, creando un mundo irreal con varios países de las maravillas”. La primera impresión es de sorpresa pero también de admiración ante tan logrado artificio, si por ello se entiende el predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad, como reza en el Diccionario de la Real Academia.
Nada más entrar se sumerge al cliente en un universo de fantasías literarias, con la reproducción a escala humana de unos libros antiguos ante un trampantojo de biblioteca decimonónica. En el suelo, un pavimento de damero recuerda la crucial partida que juega Alicia frente a la Reina de Corazones. El mismo damero se encuentra también repetido por algunas mesas en las distintas zonas del restaurante. La división del local se inspira en varios momentos de la versión cinematográfica de 1951: algunas mesas, por ejemplo, están rodeadas de setos como en la escena del té. Por cierto, no sabemos si aquí apagan las luces para cantar el Feliz no cumpleaños de la película. En cuanto a las paredes, abundan los espejos, elemento decisivo en el universo de Alicia. Las puertas, ciegas, son de tamaños muy diversos. En algunos muros se reproducen las ilustraciones originales de la edición de 1865 a cargo de John Tiennel, recortadas con siluetas de diamantes, corazones y picas. Por supuesto, hay que hacer una mención especial al espacio dedicado a la Reina: el rojo predomina en un área más reservada con abundancia de corazones colgando de la lámpara, cojines y sillones rojos de terciopelo. Tan sólo se echa en falta que el maître vaya vestido de conejo blanco.