A caballo entre Nueva York y Joshua Tree, en el desierto de California, Randy Polumbo da vida a obras que parecen tener pulso. Arte orgánico en forma de instalació, interiores o mobiliario que queda colonizado por el vidrio coloreado, el diseño biomórfico y la pintura reflectante.
La distorsión perceptiva de Randy Polumbo
En un lugar destacado del vestíbulo de la sede neoyorquina de Cardea —una organización para la “sanación, recuperación y toma de conciencia” cuyas sesiones se basan en el uso de ketamina—, Randy Polumbo situó un viejo espejo cóncavo recuperado en el mítico parque de Coney Island. Esa idea de distorsión perceptiva entendida como atracción de feria —y vinculada a una sustancia potencialmente alucinógena— es un punto de referencia muy útil para entender el universo de este “artista, científico loco y diseñador ocasional”, como él mismo se describe, que vive a caballo entre Nueva York y Joshua Tree, en el desierto de California.
En efecto, muchas de sus instalaciones comparten a primera vista ese aire de barraca ferial visitada en pleno viaje lisérgico. “Me interesa el simple gozo de la gente retozando en este espacio reflectante y disparatado que es como un caleidoscopio practicable”, decía a la prensa a propósito de Love Stream (2008), una arquetípica caravana de aluminio de 1964 cuyo interior transformó en una especie de gruta plateada coronada por flores bulbosas de cristal soplado e iluminado.
Esas flores, parte sustancial de su vocabulario característico, tienen un pasado. A principios de la pasada década, Randy se hizo un nombre coqueteando con motivos vagamente eróticos. En Love Sac (2008) —que estuvo expuesto en el Sex Museum de Nueva York—, un bouquet de dildos se yerguen traviesos como anémonas vítreas desde el interior de un molde retroiluminado del mismo material con la forma de un Birkin de Hermès. De los condones coloreados, erectos e iluminados por paneles solares de Buttercup Series (2010) dijo que “pretenden involucrar al espectador imitando artificialmente las dos funciones principales de las flores: la fotosíntesis y el sexo”.
La simbiosis en su arte orgánico
En consecuencia, en los últimos tiempos el artista explora, como quien cultiva hongos, esta concepción más amplia de sus flores como una suerte de órganos sexuales genéricos y simbólicos. Sus instalaciones vienen a ser cuevas centelleantes de luz, vidrio coloreado, espejos, vídeos de baja resolución, textiles ignífugos plateados y partículas de pintura reflectante como las que se usan en la señalización de carreteras.
Por ejemplo, en Antigenic Rift (2020), concebido en plena pandemia, reflexiona sobre la idea del planeta como un ser vivo para el que los humanos fueran algo así como virus o agentes infecciosos. “La línea entre lo parásito y lo simbiótico puede ser confusa”, dice al respecto; y a las consabidas flores fálicas se añaden vidrios soplados en forma de clavos, que evocan las glucoproteínas de la COVID-19.
Toda su estrategia bascula sobre la idea de paradoja, de subversión de las apariencias. A menudo, esas geologías orgánicas y alucinadas parasitan significativamente ruinas industriales, como una vieja torre de control aéreo en Angel Queen (2017), el fuselaje de un avión militar de 1940 convertido en tallo de una flor gigantesca y transitable en Lodestar (2018), o una casa destripada en Angler Grove (2018), donde el público asiste a la suspensión del tiempo y a la permanente confusión visual entre interior y exterior, entre lo reflejado y lo real.
Diseño biomórfico y tecnológico
Otras veces, las grutas se presentan en bruto, como Grotto for Mona (2017) o Bee Brook Grotto (2018), pero siempre se ofrecen al visitante como organismos vivos que tensionan la polaridad de lo biomorfo y lo tecnológico, inquietantes y divertidos a la vez. El último salto cualitativo es la colonización de espacios habitables por parte de estas criaturas alucinógenas, ahora herramientas de interiorista.
Sus manifestaciones más ambiciosas son la rehabilitación de un viejo faro decimonónico en Long Island (Orient Point Lighthouse, 2021) como retiro para artistas y la mencionada sede de Cardea (2022), donde Polumbo realiza su última pirueta: cultivar hongos de verdad. El micelio —la red filamentosa y expansiva que viene a ser como la raíz de los hongos— crece en las mesas, lámparas y paneles, texturizándolos y haciendo de ellos materia viva en absoluto metafórica. Pasen y vean, bienvenidos a esta feria orgánica y lisérgica donde nada es lo que parece. O sí.
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El diseño biomórfico es una tendencia que parte de la utilización de formas y estructuras inspiradas en los organismos vivos.