El punto de partida fue una nave de los años cincuenta, caracterizada por una estructura de hormigón con cubierta inclinada y lucernarios de teja de cristal, típica de la arquitectura industrial de la época.

La premisa principal de este proyecto se centró en dar valor a la construcción original limitando al máximo las intervenciones estructurales.
La falta de mantenimiento durante años había hecho que la cubierta y el pavimento original sufrieran un deterioro importante debido a las humedades, por lo que fue necesaria una reparación en profundidad de todos los paramentos.


La estructura se planteó como un contenedor neutro que mantuviera los elementos y texturas previas. Las paredes se pintaron tras sanear las humedades, respetando su textura original. Para el suelo, se optó por un pavimento continuo de microcemento, generando una sensación de fluidez y unidad espacial que realza la estructura existente.
La transformación interior respondió a las necesidades de su nuevo propietario, un artista multidisciplinar que requería un espacio híbrido. La propuesta se basó en la introducción, dentro del espacio existente, de un elemento exento compuesto por paramentos de madera de abedul y cristal acanalado, estratégicamente ubicado en el centro de la nave.


Este volumen rompe con la rigidez ortogonal del contenedor industrial, introduciendo dinamismo y articulando el espacio separando las diferentes áreas funcionales. Por un lado, acoge el taller privado, un espacio íntimo y luminoso destinado a la producción de piezas de pintura y cerámica.Por otro lado, se genera un espacio polivalente y abierto, adaptable a diversas actividades sociales y audiovisuales, donde una cortina blanca ofrece la posibilidad de crear una caja monocolor aislada para proyecciones. La cocina, en madera de abedul, una zona de office, el patio y las zonas de servicios y almacén, completan el programa.
La luz como materia
La luz natural cenital y la materialidad elegida, generan una atmósfera de calma en el espacio, condición esencial del cliente de cara a desarrollar su actividad artística. La luz artificial, en bañadores de pared regulables destaca la verticalidad de la estructura.
La coherencia estética del proyecto se logra a través de los diferentes acabados que recorren todo el espacio, desde el interior hasta la fachada. Los colores neutros en suelo y paredes, los detalles de cerrajería en color azul, el mobiliario de abedul diseñado a medida y los azulejos en colores crudo y burdeos actúan como hilos conductores, generando unidad y conexión visual en todo el conjunto.
Nave Maravilla se plantea como una joya escondida tras los muros de un patio de manzana. Su transformación de taller mecánico a taller artístico representa el potencial de una rehabilitación respetuosa con el patrimonio industrial.
- Estudio
- Día Uno.