Una Familia de Boston con raíces en Shanghái busca construir su sueño, tener un pedacito de Barcelona para retirarse algún día y mientras tanto escaparse todo lo que puedan. Un hogar que soporte el paso del tiempo porque aun les falta para saltar del tren.
Una oficina que a duras penas recuerda haber sido casa fueron las elegidas… todo por hacer, casi nada que recuperar a parte de una cubeta centenaria en la cocina, el mosaico de Nolla oculto bajo moquetas y algunas molduras de yeso como testigos durmientes del esplendor burgués de este barrio de finales del siglo XIX, el Eixample.
El elegido es un piso pasante que comunica dos polos muy diferenciados: por un lado, la Rambla de Cataluña, boulevard bullicioso pavimentado de tiendas de moda y terrazas de restaurantes, prolongación extramuros de las famosas Ramblas; y por otro lado el patio interior de manzana donde jardines exuberantes, terrazas soleadas y balcones privados se ignoran unos a otros con pretendida parsimonia.


Long Flat parte de la dicotomía entre sus extremos para construir un diálogo elegante.
Hacia el patio de manzana se vuelca el dormitorio en-suite, la intimidad; hacia la Rambla el salón – comedor, lo social. A medida que cada uno de estos mundos se extiende hacia el interior del piso nace el “Long” para unirlos, para conectarlos, una membrana vibrante, un filtro vaporoso que suaviza el vínculo entre el Yin y el Yang.


El “Long”, este dragón benévolo de la mitología china, se desliza entre estancias disolviendo la marcada estructura de muros de carga, formando armarios y ocultando instalaciones. Retrasa el acceso a los dormitorios centrales para crear un plácido recibidor atemperado por los colores de los vitrales diseñados exprofeso.
Este dragón de la suerte se hace banco, ducha o mueble bar y viste sus formas sinuosas de listones de robles, pinturas de arcilla o baldosas de la Bisbal.


Entre cabeza y cola se enroscan un dormitorio doble para cada hijo, un baño compartido, un aseo (en cuyas entrañas de vidrio ahumado y paneles de roble se ocultan la lavandería y sala de máquinas) y finalmente la cocina. Una cocina abierta al salón-comedor mediante 3 arcos perforados en el muro que antes los separaba, con una isla central de casi 4m que tanto ayuda con los preparativos culinarios como en aquellas conversaciones nocturnas al son de algún que otro cocktail.


Y aquellos elementos rescatados de vidas pasadas reviven ahora con nuevos usos: La pica de mármol macael ahora preside el aseo, el mosaico de nolla se ha hecho mesita de noche, la antigua mesa de reuniones lo es ahora de celebraciones y las puertas originales se ha reubicado en las nuevas estancias.


A la restauración de todos estos elementos hemos unido la construcción artesanal de piezas únicas como los vitrales de colores, la ducha cilíndrica o el mueble bar y todos ellos acompañados por una familia de materiales y muebles cálidos que transitan por una paleta de marrones, ocres y blancos con el claro objetivo de perdurar en el tiempo hasta que sus dueños los disfruten a diario.


- Estudio
- Miel Arquitectos



