Los materiales tienen memoria; el hormigón puede hablar.
— Tadao Ando
“Cerrar” no implica decoración intencional, sino utilizar los medios mínimos para revelar la textura inherente y el orden en el espacio.
Este proyecto considera el espacio de 125 m² como un bloque de escultura inacabada. Se eliminaron las paredes no cargantes para exponer el armazón estructural, respondiendo a las necesidades multidimensionales de la vida en su forma más pura. El espacio ya no se divide de manera estática, sino que se convierte en una mezcla en constante flujo, reflejando el ritmo de sus residentes y las olas de sus emociones.
El diseño entrelaza y se cruza con los materiales para esculpir el ritmo y la interfaz del espacio. Las texturas rugosas coexisten; la dureza fría y la calidez se fusionan, y la percepción crea capas que van desde la sensación táctil hasta la experiencia visual. Cada pieza de piedra y cada pared llevan consigo el impulso del tiempo y la artesanía, expresando metafóricamente la sedimentación y el flujo de la vida.
El suelo de la entrada está pavimentado con ladrillos negros hechos a mano, que adquieren calidez con el uso, estableciendo un recuerdo táctil del paso del tiempo. Los ladrillos y los límites describen silenciosamente el ritmo de entrada y salida, formando un ritual de transición sutil pero necesario.
Las paredes de hormigón al descubierto conservan la textura original del material y los elementos decorativos, y guían el tono espacial de Quepo a través de un lenguaje minimalista.
Los espejos de metal están incrustados en el techo, reflejando la extensión del espacio y la altura percibida, creando así una tensión que se abre en la luz sutil. La luz interactúa con los materiales para crear atmósfera, completando la primera capa de bienestar psicológico.
En la sala de estar, el suelo elevado de ladrillos negros guía el movimiento circulatorio y genera una sensación de estratificación espacial entrelazada. La zona de asientos está encerrada en un dominio centrado en la introspección, lo que crea naturalmente una sensación de centralidad. Las paredes portantes estructurales siguen siendo visibles, envueltas en muebles de metal de media altura que se fusionan con el fondo; al mismo tiempo, proporcionan almacenamiento y conectan el espacio delantero y trasero, modelando un movimiento circulatorio dinámico y fluido.
Los límites entre paredes y muebles, entre interfaces y funciones se suavizan; el almacenamiento se integra en las superficies, apareciendo como parte de la textura espacial más que como objetos independientes. La luz fluye naturalmente a lo largo de la estructura, desde los rayos matutinos translúcidos hasta la cálida luz del atardecer, revelando lentamente la transformación con el paso del tiempo. La respiración de los materiales y los granos de luz configuran una tensión tranquila.
Este diseño no moldea la «forma» del espacio, sino que esculpe el «sentir» de la vida. En el ritmo de «Enclip», la vida se convierte en una experiencia estratificada, y el diálogo se despliega lentamente entre materiales, estructuras y luces.
El área pública ya no ofrece una sola función, sino que una una dinámica interfaz de escenas entrelazadas. La cocina de comidas, el salón de té y el espacio de estudio coexisten en el mismo plano, conectando múltiples ritmos diarios y transiciones de roles.
La zona de comedor y la isla se integran, mientras que los gabinetes de almacenamiento y equipos se funden en las superficies. Se mantiene una interfaz limpia y sobria. Los matices sutiles entre materiales suaves en el ritmo del espacio convierten a la cocina y la zona de comida en un nodo donde «uso» y «comunicación» coexisten. Las divisiones de vidrio deslizante bloquean discretamente el humo de cocción, preservando al mismo tiempo la sensación de fluidez libre.
