Las estructuras vivas de Picoplanktonics viajaron desde un laboratorio de Zúrich hasta el pabellón canadiense de la Bienal de Venecia. En ellas late la investigación de Andrea Shin Ling y Living Room Collective: crear materiales arquitectónicos a partir de bacterias capaces de nacer, crecer y descomponerse como cualquier organismo natural.
Bacterias que construyen: el laboratorio detrás de Picoplanktonics
Había cierta tensión cuando las estructuras de Picoplanktonics emprendieron el viaje hacia al pabellón canadiense de la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año. El equipo de Living Room Collective —con Andrea Shin Ling a la cabeza— lleva tiempo experimentando con una bacteria que forme un material válido para edificar. Era la primera vez que esas torres salían del laboratorio de Zúrich donde habían sido cultivadas, y no se sabía qué sucedería cuando se abrieran las cajas.

El proyecto de Picoplanktonics ha significado un hito dentro de una larga investigación. Al fin, las bacterias dejaban de ser un líquido en una probeta para transformarse en un elemento constructivo compuesto por un ecosistema de microbios: un tejido que en Venecia tomaba forma de armazón biónico y que, sobre todo, era capaz de crecer, reproducirse y descomponerse cíclicamente sin dejar residuos.

Andrea S. Ling y la poética de la descomposición
Desde hace ya algunos años, Andrea Shin Ling —comisaria de la exposición— se interesa por estos procesos sin dejar de preguntarse cómo convertir organismos en componentes no contaminantes con los que hacer objetos. A fin de cuentas, cualquier producto tiene que enfrentarse inevitablemente a su degradación. Llevamos décadas pensando únicamente en la durabilidad y en el reciclaje, y dejando de lado la descomposición, como si la muerte también fuera un tabú en la arquitectura. Los tejidos vivos tienen la cualidad de hacerlo por sí solos, pero en el caso de los inertes todo es más complejo.


WW fue un experimento anterior con el que Ling comenzaba a probar estas características. A partir de los polímeros que hay en la celulosa de los árboles, en las conchas de los crustáceos o en las pieles de algunas frutas, ella y su equipo idearon un pabellón donde exhibir el aspecto y el comportamiento de estas membranas sobre un volumen casi arquitectónico. Este inicio le sirvió para realizar una residencia artística en Ginkgo Bioworks titulada Decay by Design, Design by Decay, donde la descomposición (decay) tomaba el control del diseño (design). La propia Andrea lo justificaba así: “Como arquitecta y artista estoy acostumbrada a que la mayor parte de mi trabajo acabe en el vertedero. Déjenme entonces diseñar mi propia basura, una basura que mantenga su atractivo mientras se desintegra, déjenme diseñar como lo hace la naturaleza”.

Picoplanktonics llegaba a Venecia para demostrar que la materia viva puede capturar carbono del ambiente, fijarlo para desarrollar cimientos a la vez que nace, crece y muere sin dejar desperdicios. Las cajas se abrieron para disipar la primera de las dudas: los microorganismos llegaron en buen estado. Ahora queda cotejar los cálculos de supervivencia, de regeneración, de captación y de crecimiento. Queda valorar el resultado de un proceso cíclico: el trabajo arquitectónico de una obra infinita.

En este enlace puedes leer más artículos sobre la Bienal de Arquitectura de Venecia.