En São Paulo se encuentra una de los mejores trabajos del arquitecto brasileño Marcio Kogan. Una residencia abierta, diáfana y práctica que reconsidera la “caja” como unidad de distribución de los espacios, mediante el hormigón, la madera y la piedra. Sin tópicos ni frases hechas, una casa de cine.
El plano-secuencia es en el cine la técnica que propicia el discurrir de la cámara, de las réplicas y los silencios, sin cortes ni inserción de ninguna otra imagen. Se trata de un plano arriesgado, pues tanto el director como los actores deben mostrar pericia y oficio en un ejercicio que delata al cine de autor.
Si tuviéramos que trasladar el concepto de plano-secuencia a una vivienda, éste podría verse reflejado en la Panama House de Marcio Kogan. Una casa de áreas diáfanas libres de barreras, cuya circulación ininterrumpida parece una visita guiada a un museo contemporáneo. A esto hay que añadir que el propietario posee una importante colección de obras diseminada por todas las estancias. Hasta espacios residuales como el pasillo de la primera planta se convierten en una galería de arte mediante el uso de la luz natural que penetra por un extremo, mientras en el otro aguarda una escultura. Esta idea de continuidad se percibe igualmente en la planta de entrada, que parece un plató de televisión donde se suceden las distintas zonas sin cambios de tramoya.
En el corazón de São Paulo
Pero volvamos al principio de la historia. La parcela se enclava en una zona ajardinada muy cerca de Paulista, corazón financiero de São Paolo y centro del poder económico de Brasil. Por su situación, la casa ha de observar determinadas reglas de seguridad. Lo que a primera vista es una gran vivienda abierta y diáfana que se extiende hasta el final del jardín, se puede cerrar con parasoles y ventanales. Sin embargo, nunca se tiene la impresión de una división en compartimentos. Pues aunque la “caja” es un elemento recurrente en la creación de Kogan, se utiliza siempre como una unidad flexible. Primero porque se abre sobre el exterior como en el caso del salón; y segundo, porque las habitaciones de la primera planta dan a un pasillo convertido en espacio de exposición. El juego de escala entre las distintas “cajas” muestra que el rectángulo no ha limitado la creación arquitectónica. Ni siquiera los espacios residuales pierden eficacia: cada rincón tiene su protagonismo.
Respecto a las alturas, todo el interior está organizado en tres niveles. El nivel de entrada distribuye las zonas públicas con una biblioteca y un amplio salón en el que se hacen desaparecer las mamparas que dan al jardín, creando otro plano continuo entre el exterior y el interior. En la primera planta nos encontramos los dormitorios, mientras que en la segunda nos espera una sala de juego y un gimnasio, ambos conectados con una terraza de madera que, sin barreras arquitectónicas ni visuales, coincide con la copa de los árboles plantados en el jardín.
Al final de este jardín y frente a los sillones del salón, se yergue un impresionante muro de piedra que contrasta con los módulos de hormigón del domicilio y recuerda los materiales tradicionales de las viviendas brasileñas, a saber, piedra y madera. Este muro, vestigio arquitectónico reinterpretado, delimita la piscina alargada y rectangular en la que se refleja. No hay que olvidar, de cualquier modo, que junto al hormigón, la piedra y la madera cobran protagonismo también en los interiores del domicilio.
Amplitud diáfana
El jardín es también el punto de unión de las habitaciones de la primera planta: a él dan todos los ventanales. En estas aperturas, la luz entra con permiso de los parasoles de madera, que protegen del sol filtrándolo y creando una textura particular. De nuevo, las referencias cinematográficas parecen resurgir en este proyecto de modernidad incuestionable: tan sólo falta el ronroneo de un ventilador de techo en este ambiente tropical. Pero la auténtica modernidad de la esta vivienda reside en su distribución, no en el atrezzo. La Panama House no es una simple residencia de grandes líneas diáfanas. En este trabajo su autor, Marcio Kogan, ha cuidado los más mínimos detalles, desde la iluminación (tal como se aprecia en el cuarto de baño), hasta el mobiliario: algunas piezas están diseñadas por el propio estudio. En toda la vivienda se ha buscado una coherencia de trazo con la que mostrar sin complejo cualquier rincón de la residencia.
El logro de Marcio Kogan en este proyecto reside en la sensación de total circulación por todas las estancias. O lo que es lo mismo, amplitud y fluidez sin necesidad de grandes dimensiones.
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