Aclaremos algo. La un tanto cansina etiqueta art design denomina un nicho, no una práctica. El one off y la edición limitada son tan antiguos como el diseño industrial, en cuyos márgenes acamparon como un reguero de chispas que buscaban encender procesos enteros de diseño. Véanse, por ejemplo, los inicios de Ron Arad. El art design es más bien un reguero de galerías que roturan un campo de mercado nuevo y muy sustancioso para algunos diseñadores que, a menudo, incendian un bosque con tal de cazar al vuelo chispas oportunamente convertibles en divisas. Ese fenómeno impulsa la emergencia de foros como Pad London, secuela otoñal en Mayfair del Frieze londinense, que rebañan yacimientos abiertos en la escena del diseño actual como la nueva lectura que la disciplina viene haciendo del legado de la artesanía.
Valgan seis botones como muestras de la última edición. Zaha Hadid frecuentó estas prácticas hasta principios de siglo para testar sus experimentos formales en el cruce de la geometría y el organismo, cuando aún no encontraba clientes para ellos en la escala arquitectónica. De 2007 data Stardune, que forma parte de un paisaje de dunas realizado para la Bienal de Venecia de ese año y marcó el inicio de su colaboración con la galería de David Gill.
El joven británico Alex Hull traslada al bronce forjado a mano, con ayuda del artesano Andrew Langley, el trazo gráfico de una rúbrica sobre papel que configura una silla, algo que ya hicieron las suecas de Front con más enjundia traduciendo materialmente con herramientas digitales su trazo inmediato y performativo en el aire. También Claes Oldenburg exploró los cambios de escala del objeto convertido en escultura, en cuya estela navega la consola lacada con tecnología automotriz del francés Maurice Marty. Como Memphis ya dejó trazadas las contaminaciones figurativas que el sudafricano Gregor Jenkin ensaya en ladrillos de chapa galvanizada. Los españoles Juan y Paloma Garrido, que buscan nuevos territorios para la afinada tradición platera de su familia, y Hervé van der Straeten, moderna encarnación de los chispeantes artistes décorateurs del París de otros tiempos, son quienes más atentamente enfrentan las intersecciones de tecnología y artesanía. Solo queda preguntarse, con modales duchampianos: ¿Y bien?