Un puente y un río son con frecuencia una puerta de entrada a una cultura, a su pasado y a sus costumbres. El contenido civilizador del puente nos abre los ojos a un modo de vida y de pensamiento propio de una época. En el caso del Pabellón Puente ideado por Zaha Hadid y Patrick Schumacher para la Expo de Zaragoza, la impronta que se dejará a futuras generaciones será la de una obra pensada para dar una imagen de modernidad a una ciudad marcada por el Ebro y para expresar intercambio de ideas y proyectos respecto al futuro sostenible del agua.
El Pabellón Puente, cuyas diferentes áreas suman 3.915 m, es ante todo un espacio de circulación y de entrada al recinto. De hecho, la idea de Hadid era enlazar el puente con el entorno. Por eso se agradece que la obra no destaque por sus dimensiones faraónicas, sino por sus curvas. Unas formas orgánicas que hacen que la estructura funcione como un líquido, gracias a su transparencia y a la corriente de vida que crean las personas que caminan por su interior. En ningún momento se pierde de vista el río, ya que el edificio está cubierto por una malla romboidal, cubierta a su vez por vidrio. Se permite la visión del Ebro y su plena integración en la temática de la Expo.
Zaha Hadid, la gran diva de la arquitectura actual, ha sabido construir una estructura que fusiona ingeniería y espectáculo, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados. Y con este proyecto de nuevo ha hecho diana. Pero la pregunta es qué uso tendrá el pabellón después del 14 de septiembre. Esperemos que una vez terminada esta Expo del Agua, el trabajo de Hadid y Schumacher tenga una nueva vida a la altura de su diseño y de su ejecución.