Objetivo Subjetivo. Poesía visual a golpe de palabra

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Javier Díez, fundador junto a su hermano José Luis del célebre estudio los díez, es conocido por hacer uso de una heterogénea práctica, posiblemente abarcable desde caminos más que inescrutables. En su última obra publicada por Experimenta Libros, Objetivo Subjetivo. Cuaderno de bitácora de tiempos extraños, la potencia de sus poemas visuales establece una relación referencial —en muchas ocasiones directa— con la propia palabra de sus artículos, ofreciéndonos un breviario de actualidad para entender —si es que es posible— estos años de extrañeza.

Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez

Los díez. El diseño como actividad vivencial

Dos nociones confluyen en el universo de Javier Díez: el objeto como instrumento y el objeto como mensaje, o lo que es lo mismo, la acción al uso y la reflexión más personal e introspectiva. Pero me atrevería a añadir, igualmente, la coexistencia apreciable de ambas realidades en un mismo container. Es así como nace una aproximación más plausible y abarcadora de retos neonatos: la cavilación desde lo concreto para implosionar en la abstracción intelectual. Javier o, mejor dicho, los díez —como un tótem sistémico u organismo pluricelular— son una rara avis pese a lo común de su apellido. Su filosofía les hace acercarse al diseño desde la neurona fértil, aceptar el reto de evadir la tendencia, saltarse las preguntas para atinar con las respuestas.

Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez
Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez

Existe una dualidad tan presente en su trabajo como en ellos mismos, y esto aterriza en la función como aterriza en su pensamiento. Sin más preámbulos, este binarismo se percibe en su porfolio, por ejemplo, en la conquista urbana de su conjunto Miriápodo —un trabajo de 2006 que parece haber sido una sospechosa fuente de inspiración para los Bouroullec en Palissade Park Bench(2022)—, pero también en su taza Tímida, donde nos regalan un fugaz ejercicio surrealista que sacaría más de una carcajada a René Magritte. Justo ese punto —fruto de una clara revelación lírica— es el que empuja a este binomio familiar a emprender una odisea óptica, a trascender —un poco más allá de lo tangible— y encontrar en el mismo producto que elaboran un numen que les sirve de condicionante poético.

Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez

Objetivo Subjetivo. Un muestrario de poesía visual

En Objetivo Subjetivo. Cuaderno de bitácora de tiempos extraños, asistimos a un repaso por la poesía visual de los díez; y en un mismo eje, las palabras de Javier complementan la carga notoria de un verso que no se escribe. Quizás es la quimera del diseño la que habla o quizás es la experiencia y la inquietud de hallar una opinión para todo —y con todo me refiero al nudo gordiano de las últimas vivencias, que han marcado el rumbo de nuestras vidas y que siguen cavando un itinerario perfecto hacia la distopía—. Los artículos de 2020 y 2021 que una vez formaron parte de la revista digital El Asombrario & Co. se diseminan, y rompen su virtualidad a favor de la rugosa página de papel.

Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez
Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez

En este compendio de poemas visuales, de pequeños ensayos que se ensamblan a partir de la imagen —siempre como pretexto, pero nunca como écfrasis—, Javier Díez nos conduce por los límites de su lenguaje y de su mundo, como dice en una predilecta cita de Wittgenstein, un mundo que nos es sencillamente próximo en sus fronteras. La dirección es precisa y el verbo se selecciona irónico, pícaro e ingenioso, ya sea para tratar la falacia mediática, la pandemia, el surrealismo, el espacio público, la deconstrucción de las estatuas o el sexo de las cosas. La crítica mordaz se abandona a favor de la sutileza lazarilla de decir más de lo que se presupone, incluso con la perspicacia del poema visual con el que siempre acompaña los escritos.

Objetivo Subjetivo. Poesía visual. Javier Díez
Poesía visual

Este díez afronta su discurso pasado desde un presente notorio sin perder actualidad: sus ecos parecen colarse por las fisuras del tejido cósmico, como si al leerle propiciásemos un agujero de gusano que nos guía por lo ya experimentado. Solo de esa manera, Javier nos lleva por los cerros cotidianos a una velocidad pausada —con esa calma lectora que defienden los libros de seso— y nos enseña, desde el sentido más didáctico, una nueva abertura por la que susurrar a estos tiempos tan extraños.

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