Nueva arquitectura de escuelas y centros educativos

En plena cultura de la información, aprender ya no es lo que era. Con todos los conocimientos al alcance de un clic, lo importante es saber acceder a ellos y conjugarlos de la manera adecuada. Así, las nuevas escuelas poco tienen que ver con las que muchos vivimos en nuestra infancia. Lejos están las cajas anónimas en las que se organizaban filas de mesas para atender, si se conseguía, a una monótona clase magistral. Los centros educativos aportan ahora más sitios para interactuar, moverse y expresarse. E incluyen dispositivos espaciales para que los estudiantes se encuentren, toquen música, se organicen entre ellos o disfruten de un ocio enriquecedor para la formación de su personalidad.

Los primeros pasos

Las escasas posibilidades que la sociedad contemporánea da para conciliar vida familiar y profesional han disparado la necesidad de guarderías, sobre todo en las grandes ciudades. Los abnegados padres se ven obligados a buscar colegios infantiles en los que los niños pueden llegar a hacer jornadas de “9 to 5” durante casi cinco años. Suponen en muchos casos el primer momento de verdadera socialización, ya que no están protegidos por sus progenitores y han de enfrentarse a un sinfín de descubrimientos.

Muchas guarderías intentan estimular al máximo las experiencias sensoriales, sobre todo a través del juego. El chaparral (Albolote, Granada) presenta zonas de pequeña altura seguidas de otras con altos techos, en una secuencia de compresión-descompresión a la búsqueda de la emoción espacial. Además, incorpora en sus pasillos unas ventanas-lucernario con vidrios coloreados, que dan lugar a un arcoíris cambiante a lo largo del día. Esta experiencia lúdica del color contrasta con las aulas, bien orientadas a sur y con abundante luz natural (e incolora). Como muchas otras guarderías, se desarrolla en una sola planta y alrededor de un patio central, verdadero corazón del proyecto.

La alta densidad de muchas ciudades genera proyectos que no pueden ajustarse a la estructura tradicional de aulas-rodeando-un-patio, lo que permite experimentar con soluciones innovadoras. Hablamos de centros que se integran en abigarrados tejidos urbanos, se posan en la cubierta de parkings o se fusionan en conglomerados multifuncionales. Como prueba, dos botones casi antagónicos: la Clover House en Aichi, Japón, y la guardería Jiading, en los suburbios de Shanghái. En la primera, el estudio MAD Architects reforma una vivienda de tres pisos dejando la estructura de madera existente y envolviendo el volumen con una piel texturada. En los intersticios entre lo preexistente y lo nuevo se acomodan circulaciones y pequeñas sorpresas juguetonas, como la salida al arenero de juegos desde un tobogán de la primera planta. El objetivo principal: que los niños se puedan sentir como en casa. Con una escala significativamente diferente, el estudio chino Atelier Deshaus propone una gran pieza en la que el protagonista es un atrio impresionante nacido de un apilamiento vertical de “patios”. Estos, a su vez, están cosidos por una rampa que multiplica hasta el infinito el intercambio social de los alumnos. Los ámbitos de encuentro se materializan en fachadas de grandes aberturas, mezcladas con otras más pequeñas, que se ajustan a la altura de sus ocupantes.

Aprender a sumar

Durante la siguiente etapa educativa, entre los siete y los doce años, los alumnos comienzan su formación en las materias básicas. Estas se complementan con multitud de actividades que requieren zonas específicas. Bibliotecas, gimnasios, cocinas, salas de usos múltiples… A menudo estos lugares se manifiestan en los proyectos con una fuerte presencia autónoma, que sirve para marcar un cierto ritmo en el día a día del alumnado. Como en el Groupe Scolaire Saint-Jean, de Dominique Coulon (ver ROOM-Diciembre 2016), en la Erika Mann Grundschule 2, del equipo alemán Baupiloten, o en Los Cercadillos, en Alcalá de Guadaira, donde el estudio ae3 arquitectura diferencia los volúmenes con un marcado color verde. Así, aunque el edificio se presenta modular y compacto por motivos energéticos y medioambientales, cuenta con un acento cromático que le otorga una marcada presencia.

La sorprendente Makoko School, del arquitecto nigeriano Kunlé Adeyemi, es una escuela flotante en la laguna de Lagos que se adapta a las cambiantes mareas en las que navega, sirviendo, además, de punto de encuentro a toda la comunidad. Y es que algunos proyectos son mucho más que un racimo de aulas: nacen con la voluntad de convertirse en importantes referentes para el entorno, en auténticas ágoras de interacción. Es el caso del recientemente inaugurado Colegio Alemán de Madrid, de los berlineses Grüntuch Ernst. En él, encontramos desde una amplia cafetería a un auditorio de 750 plazas. Cada uno de los ciclos (infantil, primaria y secundaria) se organiza en un anillo poligonal de diferentes cualidades físicas, pero que unidos por los usos comunes y los patios-foyer trazan una impronta unitaria, de fuerte vocación escultórica. Esta distribución y las conexiones visuales establecidas fomentan un sentimiento de identificación de grupo, sin dejar de lado el intercambio cultural, marca de la institución.

Experimentos con gaseosa

Los psicólogos lo tienen claro: la iluminación, el correcto acondicionamiento acústico, el color y el espacio tienen una influencia directa en cómo y cuánto aprendemos. Y más aún, en cuánto disfrutamos de ese aprendizaje. Siempre consciente de las posibilidades de llevar la arquitectura más allá de lo que conocemos, Jan Kaplický creó con su estudio Future Systems unas aulas autónomas en el London’s Richmond–Meadlands. Dentro de esta burbuja se modelaron un sinfín de escenarios didácticos posibles, que permiten a los niños sentirse cómodos en cada uno de ellos y formarse a su manera. Los viejos estilos de educar no tienen cabida aquí, como en tantos nuevos lugares destinados al estudio que intentan aportar otras vías de relación con el objeto construido.

El Parque Educativo de Marinilla, que el Equipo Mazzanti diseñó en el departamento colombiano de Antioquia, es un ejemplo de cómo incitar a los alumnos a utilizar las instalaciones de otra manera. Cuatro aulas recubiertas de policarbonato rojo se envuelven con una piel facetada y permeable de aluminio, que facilita una ventilación óptima, al mismo tiempo que se abre al medio natural en el que se enmarca. Entre estas dos fachadas se desarrollan multitud de eventos gracias a su carácter desenfadado: ese contraste entre el exterior industrial y la gran cantidad de macetas y plantas tropicales.

La cristalización de la personalidad

La adolescencia es una etapa clave en el desarrollo de la persona. Muchos sistemas de enseñanza avanzada crean proyectos especiales. Como en Quebec, con los CEGEP, inmensos centros enfocados alrededor de tres ejes: la visión humanista del mundo, el desarrollo de las competencias y la autonomía personal. Algo que podemos encontrar en el Ørestad College, de los daneses 3XN. En él, se ponen a disposición de los jóvenes ámbitos informales de intercambio, de los que se apropian como mejor les conviene para trabajar juntos, discutir o relajarse. Se pone en evidencia que el conocimiento ya no está en las aulas, sino en el intercambio entre las personas.

La materialidad de estos proyectos reduce drásticamente la paleta de materiales y colores, privilegiando una neutralidad que da aire a toda la diversidad de sus ocupantes. Como en el Panta Rhei School en Amstelveen, de cuyo diseño interior se encargó el estudio holandés i29. Hormigón, paramentos blancos y acentos contrastados en negro, como las escaleras y las sugerentes alfombras de poesía, que insuflan una visión inspiradora al día a día de sus ocupantes.

Desde la última gran revolución de los centros educativos, que ocurrió después de la II Guerra Mundial, las fuentes y los escenarios se han diversificado. La escuela contemporánea no puede vivir en los rescoldos del movimiento moderno y busca otras formas de expresión. Tanto la arquitectura como los modelos docentes tienden a reflejar la ideología de una sociedad. Por eso son responsables de formar a personas libres y creativas. Y ahí es a donde apuntan los colegios del futuro, como reconoce Sandy Speicher, experta en innovación pedagógica. Décadas después de diseñar el primer ratón para Apple, Speicher revoluciona la educación con su Design Thinking, un método que busca explotar la creatividad. Ella sabe que la mejor manera de motivar a los alumnos es proporcionarles los lugares y las herramientas que les ayuden a conocerse a sí mismos. A partir de ahí, no existen límites para el aprendizaje.