Estamos inmersos en una nueva renaissance. Los realizadores son a la vez arquitectos, músicos, artistas, programadores, matemáticos… Para estos nuevos creadores no existe contradicción, y nosotros recibimos sus múltiples capacidades anonadados. El dúo parisino de artistas digitales Nonotak, formado por Takami Nakamoto (exarquitecto, músico y artista visual) y Noemi Schipfer (diseñadora gráfica e ilustradora) son exactamente eso: un cúmulo de disciplinas en acción.
Con voluntad de juego en el espacio y en el tiempo, Nonotak se mantiene dentro de los límites de un sutil minimalismo. Fiel al canon electrónico y, al mismo tiempo, curvando el espacio con secuencias innovadoras, crean una y otra vez una suerte de construcciones espontáneas y multisignificantes por medio de la paleta clásica del género: luz, mapping, música. Así lo explica Nakamoto: “A través de mis producciones musicales quizá intente dibujar lugares que la realidad, tal como es, no me permite”.
A esta combinación de áreas arquitectónicas y sonoras, Nonotak la suplementa con un uso potente pero exquisito de la iluminación, sumergiéndonos en una tridimensionalidad sensorial que es, como poco, hipnótica: un mapping que se convierte en Op-Art en movimiento, teniendo en cuenta que el Op-Art ya irradia dinamismo en su quietud gráfica. El logro se debe a la calidad técnica de Nakamoto unida a la especialidad de Schipfer en el diseño kinético.
La obsesión de este tándem es lograr reimaginar, remedir el espacio del espacio. Ese que llevamos habitando desde el comienzo de los tiempos. La misma área arcaica que hasta hace muy poco nunca había dado lugar a tales perspectivas: a puertas de la percepción electropulsante, a un máximum geométrico dinámico. Nonotak logra abrir esas puertas, sin distraer la mente con pretensiones estilísticas innecesarias; atrapando al espectador en un túnel del tiempo neónico de sonido. Nonotak no te brindará una historia, un arco, una narrativa, sino un viaje de ida a la velocidad de la programación.
Si bien no paran de viajar por el mundo (Montreal, Lituania o Nueva Zelanda), una de sus últimas presentaciones tuvo lugar en la Tate Britain de Londres, el nuevo afterhours cultural de la capital que viene reuniendo a los noctámbulos ingleses. Allí dejaron claro lo que hacen: una explotación espacial de alta performance hecha con elegancia suprema. Nakamoto y Schipfer han logrado lo máximo dentro de lo mínimo: la implosión estética. Pero el mundo de la creación y la realización electrónica siempre está a la búsqueda de expandir los límites. El futuro dirá hasta qué osadía llevará el dúo su talento. Sus aptitudes hasta ahora son innegables.