NONE es un colectivo italiano que se mueve con naturalidad entre el arte, el diseño y la investigación científica. Sus fundadores, Gregorio De Luca Comandini, Mauro Pace y Saverio Villirillo, utilizan tecnología, arquitectura y narrativa para que “el espectador viva experiencias inmersivas, (…) preguntas sin respuestas y la dificultad de discernir entre lo auténtico y la ficción”.
NONE es un colectivo italiano que se mueve con naturalidad entre el arte, el diseño y la investigación científica. Sus fundadores, Gregorio De Luca Comandini, Mauro Pace y Saverio Villirillo, utilizan tecnología, arquitectura y narrativa para que “el espectador viva experiencias inmersivas, (…) preguntas sin respuestas y la dificultad de discernir entre lo auténtico y la ficción”.
En este momento en que arte, publicidad y discurso se entrelazan más que nunca, NONE aprovecha su ductilidad generacional para desarrollar actividades en museos, festivales y eventos corporativos. Desde trabajos site-specific, como Genesi (2017) o Società Liquida (2017); hasta obra, digamos, brand-specific, como Meraviglia (2018), realizada para el Festival de Cannes.
Deepdream. El sueño profundo
Pero sin duda, su producción más inmersiva y espectacular probablemente sea Deepdream (2016), una matriz hipnótica de pantallas e imágenes cuyo nombre proviene de un algoritmo autogenerativo descubierto por Google. Según NONE, nuestra singularidad humana ha quedado en manos de las matemáticas, y esto nos ha convertido en seres virtuales. Nuestro conocimiento y nuestra consciencia habitan el ciberespacio, en “un no-lugar, sin dimensiones, del ser”.
Deepdream imita la geometría de un hipercubo que proyecta un infinito de fotografías y vídeos obtenidos de Facebook. “Cualquiera que experimente nuestras instalaciones (…) se embarca en un viaje al que no le imponemos destino”. Esa ausencia de destino nos sumerge todavía más en la virtualidad diaria.
En los confines del arte digital
“En nuestra obra hay una crítica al uso pasivo de la máquina”, explican los artistas italianos. “Pero el diálogo siempre tiene lugar entre el hombre, (…) sus dudas y su confusión”. Quizá NONE también esté adoleciendo de una confusión similar. En su campo de acción no suelen verse utopías alternativas. Lo que sí hay es una aquiescencia mansa ante la burbuja perceptiva donde vivimos. Y lo mismo ocurre con gran parte de la fulgurante creación actual: contenidos con saturación de técnica, omnipresentes, multiusos. Una apuesta que, además, cuenta con el elástico lenguaje de la industria cultural para su defensa y supervivencia.
Ningún productor es totalmente independiente. Sin embargo, arte y publicidad solían resultar, como poco, diferenciables. Hoy, por el contrario, las fronteras que los separaban se han vuelto cada vez más permeables, y esa dualidad se ha esfumado. Tal vez sería interesante que la transparencia del mensaje también permease de una disciplina a otra. (“Mensaje” en este contexto significaría “superar la mera representación”).
Lo paradójico es que la publicidad, incluso con su acreditada fluidez camaleónica, continúa emitiendo una información clara y contundente. En cambio, el discurso cultural insiste en que las artes no deberían afirmar, solo plantear interrogantes.
Arte y lenguaje
Cuando en los años 70 Gerhard Richter pintó —como si estuvieran desenfocados— los retratos de la banda terrorista Baader-Meinhof, utilizó como referencia fotografías de los integrantes muertos en sus celdas. La versión oficial sostenía que estos se habían ahorcado, pero los suicidios eran sospechosamente convenientes para el gobierno.
Richter produjo varias pinturas de una de las líderes, Ulrike Meinhof. Estos óleos aumentaban en tamaño al mismo tiempo que lo hacían en desenfoque. Es decir, en confusión. Aquel fuera de foco era una metáfora de un poder turbio. Esa comunicación de lo invisible es lo que brinda al objeto su estatus artístico.
La autenticidad y la ficción de None Collective
NONE y otros creadores digitales nos seducen empleando su sofisticación técnica. Pero si una producción tecnológica se limita a representar, ¿es un intento de articular una abstracción o la simple expresión figurativa de una técnica? Richter superó la mera representación generando técnicamente un cambio de significación.
Volvamos a la dificultad de discernir entre lo auténtico y la ficción de la que advierte NONE. ¿Qué es lo auténtico entonces? ¿Vivir en un Deepdream o intentar escapar del mundo virtual que nos ha secuestrado? Muchos trabajos digitales no lo dilucidan. Pero este no es un fallo de los artistas: es el dilema contemporáneo.
Quizá haya que recordar que el ejercicio crítico-técnico es lo opuesto al arte. Análisis y reflexión pueden extraer infinitas interpretaciones de una creación, pero, antes, el artista debe inyectárselas. La tecnología, por su parte, puede deslumbrar. Aun así, una obra debería poder hablar por sí sola. Y expresar, del modo que desee, qué implica todo ese fulgor.
