Cuando se nos habla de un área de descanso o de un mirador, lo primero que solemos imaginar es la típica construcción dotada de servicios y cafetería junto a una polvorienta zona de parking provista de barandilla, ya sea en madera o piedra, a modo de salvavidas ante el posible descuido de algún turista maravillado con el paisaje. En Noruega se ha querido dar una vuelta de tuerca y algún que otro paso más allá con la creación del programa “Rutas turísticas nacionales”, que desde el 2005 ha generado 18 intervenciones arquitectónicas de vanguardia en puntos de interés paisajístico a lo largo del territorio. Firmas de prestigio conocidas por su respeto al medio, como Snᴓetta, Lars J. Burge, Saunders & Wilhemen o PUSHAKarchitects han conseguido abrir la espectacular naturaleza noruega al visitante a través de una arquitectura integradora y funcional.
Esta rampa de hormigón creada por Reiulf Ramstad Architects es la última incorporación al programa. Su ubicación, junto a una playa al norte del país calificada por el equipo como “un paisaje casi lunar en su inhóspita y estéril belleza”, obligó a la concepción de un diseño capaz de conectar dos niveles topográficos muy diferenciados, carretera y playa, sin romper con la magia fantasmal del entorno y evitando pendientes demasiado pronunciadas.
Para ello y para huir de todo barroquismo visual, se diseñó una estructura en forma de rampa multifuncional en lugar de la característica solución de escalera peatonal por un lado y acceso para minusválidos y bicicletas por el otro. El resultado es este sendero en declive que con suaves curvas y bucles, al ritmo de las olas, se empeña en demostrarnos que no siempre es importante encontrar el camino más corto entre dos puntos, sobre todo si el propio desplazamiento se convierte en una experiencia placentera en sí misma. Porque aquí no se trata de llegar antes, sino de prolongar lo más posible el trayecto entre el coche y la orilla del mar para, por un lado, minimizar la inclinación del terreno y favorecer un descenso cómodo y, por el otro, convertir el paseo en una experiencia donde el visitante sea plenamente consciente del paisaje que lo envuelve.
De algún modo nos encontramos ante una zona de tránsito que a su vez funciona como mirador y estancia. Es una arquitectura pensada para disfrutar de las vistas mientras se camina; para descubrir diferentes encuadres de las mismas a través de los huecos circulares, como lunas fosilizadas en los muros, o para sentarse tranquilamente en alguno de los bancos adosados a la propia estructura. Una vez en la arena, las alternativas son claras: abandonarse al océano o entregarse a un área habilitada para barbacoa, que remata el recorrido con el mismo discurso en hormigón, casi tan lunar y agreste como su entorno.