Pelli Clarke & Partners ha inaugurado el Museo de Historia Natural de Chengdu al suroeste de China. Una arquitectura de gran intensidad formal que reconoce el paisaje colindante como su homólogo.
Naturaleza y artificio en el nuevo Museo de Historia Natural de Chengdu
Chengdu se encuentra en el lado occidental de la cuenca de Sichuan, una vasta llanura cercada por una cordillera. Las cadenas montañosas son el resultado de la antigua actividad volcánica y el cambio de placas tectónicas, un proceso evolutivo que da pie a pensar que la nueva intervención arquitectónica de Pelli Clarke & Partners es una más de entre todas las muchas gemas que se encuentran en su orografía. Y es que, junto a una tenaz resistencia a relacionarse con esquemas compositivos ya dados, la geometría del Museo de Historia Natural se integra y exige de una sensibilidad genuina por contemplar la realidad ambiental preexistente del paisaje de la región.
Los miembros del equipo de diseño han asegurado que examinaron profundamente la belleza natural de su geografía, además de sus características geológicas para lograr que el edificio fuera una expresión más del entorno. Aunque si no lo fuera, el resultado sigue siendo interesante por resolverse con cierta vocación pensante. Me refiero a esa capacidad coreográfica de volúmenes que vuelan, de diagonales que lo atraviesan todo y de esa disposición para mostrar todos los elementos —estructurales, constructivos, ornamentales— trabajar juntos.
Pelli Clarke & Partners da una lección de valentía formal
La metáfora que emplea el estudio para explicar la singularidad y el dramatismo formal del museo la vinculan al proceso de ruptura de las rocas, principalmente supeditado a las fuerzas opuestas de la actividad volcánica y el cambio de placas tectónicas. Pero es solo eso: una metáfora; y los visitantes y usuarios serán quienes tengan la potestad de desmentirla o apoyarla.
Con todo, quien se aproxime descubrirá un inmueble que invita a reflexionar sobre cómo establecer profundidad de campo organizando direccionalidades transversales; cómo trabajar con la naturaleza; cómo evitar la pesada carga de lo geológico… temas que entrelazan construcción y paisaje a partir de un sólido amorfo, plegado, abierto, escamado y agujerado que atiende, exclusivamente, a relacionar su recorrido y la topografía preexistente con las deformaciones de los proyectos museísticos, que juegan con trucos ópticos para engañar a quienes se adentran en ellos.
Viendo las imágenes del museo, he de confesar perplejidad ante semejante desparpajo tridimensional. Ante un edificio que entiende el movimiento de la gente como un espectáculo sin nobleza ni dignidad si no va acompasado del movimiento de las fachadas, de los muros y de la luz; y cómo no, del de la propia arquitectura.
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