Los españoles Addenda Architects han diseñado el nuevo Museo Bauhaus en Dessau.
En nuestro estudio nos hubiéramos dado de tortas por ser quienes dirigiésemos la fase de ideas en este concurso abierto. Porque, seamos sinceros, qué puede haber mejor que hacer un museo de la Bauhaus, en Dessau, a propósito de su centenario. Colocarte, aunque sea en el mundo platónico de las ideas, junto a edificios de Gropius, Mies, Fieger, Engemann, Paulick, Muche, que salpican la geografía de esta ciudad: segunda sede del movimiento intelectual y material, tras Weimar y antes de su defunción nazi en Berlín. Cómo no querer pensar en un envoltorio a la altura de la colección permanente de esta escuela.
En palabras de la Canciller Federal, que acudió a celebrar el 100 aniversario e inaugurar el edificio, ninguna otra escuela ha tenido tanta influencia en nuestra cultura diaria. Los bauhauslers querían marcar la diferencia, su arte y artesanía tenían relevancia social. Si la crisis y las políticas cortoplacistas no se hubieran llevado por delante nuestro estudio (y mil otros), hubiéramos competido con los también arquitectos españoles Addenda Architects. Y quién sabe si hubiéramos ganado. Ojalá.
Los barceloneses han planteado, construido en menos de dos años y medio y documentado en Cahier -unos bellos cuadernos diseñados por ODD- un puente envuelto por una caja de vidrio. Así de sencillo. Y tal cual lo contaron en Radio Nacional el día de la inauguración. Los noticiarios dieron justo eco al triunfo patrio fuera de nuestras fronteras y recordaron la importancia de la escuela alemana.
Un puente envuelto en una caja de vidrio
Dentro de la estructura opaca, y en dos plantas, tiene lugar la exposición rotativa de la colección de la Fundación Bauhaus Dessau. Flotando a cinco metros sobre la cabeza del público. Pesando sobre nosotros toda la historia, omnipresente. La envoltura de vidrio se hace necesaria por el clima noreuropeo. Pero como señala Roberto González de Addenda, ayuda a crear más área expositiva y en el exterior integra el edificio con sus vecinos mediante los reflejos.
De un lado edificaciones, del otro el parque municipal, y cuando entras a este nuevo límite entre ambas zonas resulta que todo desparece, que estás en medio, no hay frontera y todo resulta ser abierto, transparente y fluido. La cubrición exterior estira el espacio hasta el máximo que el presupuesto permite. Todo ello en el otro extremo de la ciudad, para que el visitante vaya de la escuela al museo, decisión política acertada.
Hay una imagen de concurso en la que esta plaza cerrada bajo la negra colección flotante sugiere hacer un winter garten, una idea demasiado bella, tanto que no tiene cabida y se traslada a la cubierta. La quinta fachada del edificio se convierte en una cubierta verde regada por la lluvia, dando continuidad al parque y ya, de paso, ayudando al acondicionamiento climático. Máximo beneficio con la mínima inversión. More with less, dicen los arquitectos. Añado, para acabar, que me viene al recuerdo el Museo de Arte de São Paulo de Lina Bo Bardi, más luminoso, abierto y radical este otro.