El pasado 3 de octubre de 2020, el recientemente finalizado sistema MOSE se utilizó por primera vez con éxito para prevenir una pleamar de 130 centímetros que hubiera producido inundaciones en la ciudad de Venecia, fenómeno conocido localmente como acqua alta. El nombre de esta nueva infraestructura –acrónimo de Modulo Sperimentale Elettromeccanico– es también un juego de palabras que alude a la figura de Moisés –en italiano Mosé–, el profeta que separó las aguas del Mar Rojo.
MOSE. Barraeras para proteger a Venecia del mar
El MOSE –construido para poder separar las aguas de la Laguna de Venecia de las del Mar Adriático– está formado por cuatro franjas de barreras defensivas situadas en los accesos portuarios de Lido, Malamocco y Chioggia, los tres pasos existentes entre ambas masas acuáticas.
Cada una de estas hileras está compuesta por unas 20 compuertas basculantes –78 en total–. Cuando no se requiere su uso, permanecen hundidas –rellenas de agua, encajadas en un receptáculo ubicado en el fondo marino–, permitiendo así el movimiento natural de las mareas. En caso de que la previsión sea superior a 110 centímetros sobre el nivel medio del mar, un sistema de inyectado de aire comprimido expulsa el agua del interior de cada compuerta, haciendo que se eleven hasta la superficie por la diferencia de densidad. Alcanzan así una inclinación de 45º, bloqueando la entrada de agua proveniente desde el Adriático hacia dentro de la laguna.
La situación de riesgo generada por inundaciones en la isla de Venecia no es ni mucho menos nueva. En 1966 se produjo el acqua alta más catastrófica de su historia, que durante varios días mantuvo toda la ciudad inundada, alcanzando un máximo de 194 centímetros de altura. Sin embargo, su frecuencia e intensidad se verán presumiblemente acentuadas por los efectos del cambio climático, como demuestra el episodio vivido hace ahora un año: el segundo más grave, con un pico de 187 centímetros.
En este contexto de estrategias de respuesta –cada día más importantes conforme aumenta la desconfianza en las medidas de prevención, especialmente tras los fracasos de los sucesivos acuerdos climáticos mundiales– se encuentran otras acciones acometidas en el propio país italiano. Así ocurre con el glaciar Presena, situado en los Alpes a 3090 metros sobre el nivel del mar. Desde hace más de una década, se cubre durante los meses más calurosos del año con una cubierta geotextil blanca. Reflejando los rayos del sol y manteniendo el hielo en sombra consiguen frenar, hasta cierto punto, su acelerado deshielo.
El proyecto MOSE –iniciado en 2003 por el Consorzio Venezia Nuova– se integra así en un plan de tácticas de defensa con el objetivo de proteger una ciudad –con un patrimonio artístico-arquitectónico de los más importantes del mundo– que, en los últimos años, ha pasado de tomar medidas contra el exceso de turistas a encontrarse ahora sumida en una profunda crisis ante la falta de visitantes por la pandemia. El aislamiento de la laguna durante episodios de fuerte pleamar pretende también “garantizar la calidad del agua, la protección de la morfología y el paisaje y el mantenimiento de la actividad del puerto”. Buenas intenciones que no han impedido que su materialización se viera envuelta en numerosas polémicas relacionadas con los retrasos, la corrupción o el rechazo de los grupos ambientalistas.