“Para el mobiliario de rocas y acero Proportions of Stone, traigo piedras directamente de montañas y ríos. Las piedras son una contracción de la naturaleza, con diferentes tamaños, aspectos, colores y texturas, que cambian y se forman por su entorno. Se me ocurrió que se parecen a las personas. Me sentí atraído y empecé a trabajarlas”.
Así comienza Sisan Lee el relato de Proportions of Stone, su serie de mobiliario que nos llega desde su Corea natal. Como un arquitecto que proyecta su construcción considerando el contexto, Lee concibe objetos que reflejan el ambiente que le rodea. Sus piezas buscan expresar la convivencia entre la tierra y el hombre, lo orgánico y lo geométrico, lo natural y lo artificial, la piedra y el acero.
Del mismo modo que los humanos nos abrimos paso adaptándonos al paisaje, Proportions of Stone está gestada alrededor de las rocas que Lee emplea. De ellas parece surgir el diseño de sus mesas, sillas y estanterías. No tienen una función decorativa, sino que actúan como contrapeso o apoyo para equilibrar la ruda estructura de metal. Nada está ahí innecesariamente. Con esta, su primera colección, la intención ha sido crear un lenguaje que manifieste la coexistencia de contrarios, dejándonos entrever los principios de las tradiciones asiáticas: la unión de opuestos del tao y la simplicidad zen.
Es curioso cómo la combinación de dos materiales toscos como la piedra natural y el acero sin pulir, con los puntos de soldadura a la vista, dan como resultado un objeto final armonioso y elegante. Alquimia estética, sin duda. Y es curioso también que ese equilibrio surja de la propia tensión entre elementos antagónicos. Los diseños de Sisan Lee, primitivos y sofisticados al mismo tiempo, expresan una delicada contundencia, haciendo gala, con casi nada, de una sensibilidad y una destreza al alcance de pocos.
Muchos años antes, en plena posmodernidad europea, Andrea Branzi usó la misma fórmula en su serie Animales Domésticos: una mezcla de componentes orgánicos vs. artificiales en las antípodas de la obra de Lee, pero igual de sorprendente. Lo que surge en Corea rezumando armonía, en Italia brota con descaro.
En el caso de Branzi, la naturaleza parecía haber poseído un conjunto de muebles a los que había hecho crecer respaldos, brazos y patas como un diseñador insolente, ajeno a la buena costumbre de la proporción y la composición. Al mirar los dos proyectos juntos, de nuevo nos viene a la mente la convivencia de los opuestos: respeto e irreverencia, contención y extravagancia, tradición y experimentación, Corea e Italia, Oriente y Occidente.
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