La empresaria y diseñadora Miuccia Prada define la marca Miu Miu por su inmediatez y espontaneidad naif. Se trata de la antítesis de la marca principal, Prada, que busca complejidad, sofisticación y planificación. En 2003, Herzog y de Meuron realizaron la célebre tienda insignia de Prada en Tokio. Todo un icono contemporáneo, del que el arquitecto Bruce Ribay ha afirmado que se trata de uno de los mejores ejemplos de edificios de lujo en el campo de la experimentación. “La tienda de Prada en Tokio es imagen -nos dice-. Es imagen brutal”.
Pues bien, a tan solo unos cuantos metros de este hito urbano, los dos arquitectos suizos inauguraron el pasado mes de marzo el local de Miu Miu con un proyecto totalmente antagónico. Se trata de una afilada caja de metal-espejo que abre tímidamente las tapas delantera y trasera. Directa y opaca, y sin logos ni carteles, el establecimiento evita interaccionar con el heterogéneo contexto de la capital nipona más allá del reflejo difuso de su fachada. Al frente, se alza una visera ligera y elegante en su desproporción, que invita a asomarse curiosamente por la incisión abierta y a entrar. Dentro, en oposición, nos encontramos un espacio íntimo, curvado en formas y suntuoso en materialidad. Cobre, vidrio y brillantes tapicerías envuelven paredes y muebles con un detalle preciosista. La iluminación, misteriosa y sugerente, revela una riqueza de texturas pensadas para ser descubiertas en una caricia. Como un brocado de la diseñadora italiana.