El Centro Pompidou-Metz ha inaugurado una gran exposición que recorre la historia del diseño a través de su relación con la naturaleza. Mimèsis. A Living Design es una completísima muestra que analiza el medioambiente como fuente de inspiración para formas y conceptos, y también, como punto de partida para la investigación de nuevos materiales.
Desde tiempos remotos, la arquitectura y el diseño se han inspirado en la naturaleza, ya sea para imitar sus formas o para fomentar el diálogo entre el entorno y la producción humana. En la mayoría de los casos, no ha sido solo una cuestión estética. Ha habido, sobre todo, una voluntad por trasladar al diseño valores medioambientales, en contestación a los procesos industriales; y ya en la última década, un intento por recuperar sensaciones y vínculos para nuestra vida cotidiana. A ello se suma la búsqueda de nuevos materiales que impulsen criterios constructivos más sostenibles y que nos ayuden a repensar el futuro.
Mimèsis. A Living Design en el Centro Pompidou-Metz
Tras exposiciones como Design et Merveilleux (MAMC St. Étienne, 2018, Centre Pompidou de Shanghái, 2020) y la Fabrique du vivant (Centre Pompidou de París, 2019), el Centro Pompidou-Metz acaba de inaugurar recientemente Mimèsis. A Living Design, un acercamiento a la relación diseño-naturaleza desde comienzos del siglo XX. Rigurosa y ambiciosa, la muestra reúne más de 400 obras de 90 creadores: desde el biomorfismo moderno hasta la biofabricación, pasando por el pop o el diseño radical —que incluyó el medioambiente en su propio vocabulario— hasta llegar al horizonte de las herramientas digitales, que posibilitan una profunda liberalización de las formas y una compleja exploración de una nueva “naturalidad”. Para ello, se han rescatado piezas icónicas que, junto a otras más actuales, reflejan estas conexiones.
Marie-Ange Brayer y Olivier Zeitoun —comisarios de la exhibición— seleccionaron los fondos de la colección del Pompidou e incorporaron nuevas adquisiciones, con la finalidad de ver cómo ha ido cambiando el lenguaje de esta disciplina. “Se trata de una profunda mutación del concepto de naturaleza, que se cuestiona a través de las investigaciones más innovadoras del diseño actual”, señalan en su presentación. Y este relato nos permite conocer de primera mano la labor de los nombres que han marcado el camino hasta nuestros días.
“Es el análisis de muchos años. Desde el 2009 estamos reflexionando sobre el diseño sostenible y sobre cómo lo vivo puede ser un nuevo material, un nuevo software. Unas ideas que fuimos plasmando en un ciclo de exposiciones llamado Mutations/Créations, con el que proponíamos nuevas maneras de ver lo orgánico a través del objeto, el arte, la arquitectura y los bioartistas”, nos explica Marie-Ange Brayer desde su despacho en París. “En 2017, Mutations/Créations mostró obras de impresión 3D, lo que sugirió un completo enfoque ecológico sobre los trabajos. Nuestra intención era acercarnos a las conexiones entre los instrumentos informáticos y la vida con tecnologías y conceptos actuales, como la biomimética”.
El gran estudio que hay tras Mimèsis. A Living Design se traduce en 11 salas expositivas, en las que el discurso no se detiene solo en la representación de la naturaleza, sino que plantea su imitación (y la incorporación sus procesos) dentro de la propia concepción del objeto. Ya en la primera estancia nos encontramos con grandes creaciones, utilizadas como declaraciones sobre el uso de las herramientas digitales. Lo vemos en Grotto/Gruta II (2017) de Michael Hansmeyer: una singular arquitectura entre cueva renacentista y capilla barroca desarrollada por cálculos algorítmicos y hecha de arena de sílice y pintura. A continuación, un gabinete de curiosidades facilita que el presente y la labor científica convivan, mostrando las correspondencias que surgen entre campos artísticos como el cine, la fotografía, la escultura o la artesanía.
Diseño biofílico. De la imitatio a la biomimética
El interés de las vanguardias por la observación de lo natural interesó a los grandes nombres de la modernidad como Alvar Aalto, Charlotte Perriand, Sori Yanagi, Charles y Ray Eames, Arne Jacobsen o Carlo Mollino. Y más tarde, a destacadas figuras del movimiento pop de los años 60 como Pierre Paulin, Verner Panton o Superstudio, hasta llegar a la actualidad con los planteamientos que ofrecen los códigos de programación. Ross Lovegrove fue uno de los primeros en emplear las posibilidades informáticas para concebir mobiliario a base de fibra de carbono. En esta misma línea, tenemos nombres como Mathias Bengtsson, Joris Laarman, Patrick Jouin, Ymer Malta y Benjamin Graindorge. Toda una nueva generación que utiliza algoritmos inspirados en el movimiento vegetal y en sus mecanismos biológicos, así como en la fragmentación de las formas y en las figuras fractales.
“Se está produciendo una profunda mutación del concepto de naturaleza, que se cuestiona a través de las investigaciones más innovadoras del diseño actual”.
Marie-Ange Brayer
Especial atención dedican los comisarios a la investigación biomimética en el campo de la iluminación de Serge Mouille. Este artesano parisino observó, imitó y celebró la naturaleza a lo largo de los años 50, y logró un resultado exquisito en piezas finales, prototipos y dibujos que el Centro Pompidou presenta por primera vez. Otro de los orgullos de la muestra son los trabajos de Andrea Branzi, quien, remarcando esa dicotomía entre artesanía e industria, incorporó en el objeto el elemento no fabricado, no solo como motivo ornamental, sino como estructura.
Es el caso de Tree 5 (2010) o de Lampe Foglia (1988). “Branzi nos parece importantísimo porque la teoría y la historia son fundamentales, y en él están el pasado, el presente, el futuro. En su Casa Madre, icono de la exhibición, el ser humano convive con el medio, los animales y los rastros de la civilización. Con su neoprimitivismo, Andrea Branzi abogaba en los 80 por la reconciliación con el entorno. Es como un resumen de toda la exposición en un solo lugar”, señala la comisaria. Casi tres décadas más tarde, YMER&MALTA y Benjamin Graindorge invierten el modus operandi al crear Fallen Tree / Árbol caído (2011), un banco realizado en roble que se transforma en ramas, y cuya gravedad se equilibra con una base de vidrio.
“Desde el 2009 estamos reflexionando sobre el diseño sostenible y sobre cómo lo vivo puede ser un nuevo material, un nuevo software”.
Marie-Ange Brayer
Biofabricación y nuevos materiales
En este sintético repaso que nos acerca solo a algunos de los ingentes, suculentos y asombrosos contenidos de Mimèsis, hay que detenerse en las secciones dedicadas a la biofabricación, al uso de sustancias vivas dentro de la construcción y a las oportunidades de texturas y soportes que brindan su conexión con la tecnología más avanzada. Tal vez aquí radica hoy en día el verdadero concepto de funcionalidad, cuando todos los discursos apuntan a mirar al planeta y al futuro desde otra perspectiva.
Una obra que ilustra este giro ecológico es la Silla Mycelium, firmada por Klarenbeek y Dros, realizada con hongos y algas que continúan oxigenadas. Impresa en 3D, no produce ninguna huella de carbono y da pie a una creación totalmente sostenible, compostable y viva. Por otro lado, otros jóvenes autores se disputan el altar de la disrupción en sus propuestas. La francesa Marlène Huissoud explora las posibilidades que ofrecen los animales —en concreto las abejas y el gusano de seda— y sus desechos con Cocoon Cabinet #6 (2018): auténtica joya del art design que transgrede la propia definición de mímesis.
Samuel Tomatis, por su parte, está impulsando una indagación sobre las algas en colaboración con científicos. Parte de su estudio es una muestra de 168 piezas hechas con algas, ratán y mimbre. “Los diseñadores exploran nuevas materialidades con la ayuda de organismos biológicos. Y en su desarrollo se funden criterios sociológicos, antropológicos y científicos”, señala Olivier Zeitoun. “Esta línea de experimentación supone un cambio muy importante tanto en el diseño como en la noción de ecosistema, a la vez que cuestiona los métodos de producción fabril”.
Casos de obras extrañas y poéticas que podemos descubrir son, sin duda, las de Aurélie Hoegy. Esta joven francesa se interesó por el trabajo ecológico y hecho a mano al encontrar un ratán singular en Indonesia con el que creó Divan Duchess (2020), un asiento que es puro movimiento y expresividad. Otro ejemplo es la instalación Pele, de Humberto Campana: un panel vivo hecho con bolas de arcilla, plantas y sustrato para pájaros que evoluciona y crece incorporando los procesos de vida. Y, por supuesto, Venus Natural Crystal Chair (2008): la obra del japonés Tokujin Yoshioka —en la intersección de la ciencia y el diseño—, que muestra la cristalización lenta, aleatoria e inesperada de una silla con la que se inaugura una nueva relación del objeto con el tiempo.
“Los diseñadores exploran nuevas materialidades con la ayuda de organismos biológicos, y en su desarrollo se funden criterios sociológicos, antropológicos y científicos”.
Olivier Zeitoun
Del pasado al futuro en el Centre Pompidou
¿Quién es el motor de estos cambios? ¿Los creadores, la industria, la sociedad con sus demandas? “Museo, sociedad e instituciones tienen un rol que jugar para mostrar a las grandes compañías que hay otra manera de construir, mezclando disciplinas”, responde y concluye Zeitoun. “Falta un vínculo entre el individuo y la empresa; a menudo el diseñador está solo en sus prospecciones, por eso nos interesa dar soporte a los nuevos talentos y recontextualizar el diseño contemporáneo. Ver qué ha pasado y qué está pasando para descubrir en diferentes países el mismo asunto con diversas aproximaciones. El tema de la naturaleza es una motivación y un disparador para esa búsqueda y para observar qué está cambiando y hacia dónde”. La colección del Centro Pompidou es una de las más importantes de Europa, y es bienvenido el desafío de incorporar este tipo de relato en torno a la experimentación. Hay que celebrar que mantenga un espíritu abierto a los nuevos pioneros que recogen el legado de los maestros y lo proyectan hacia el futuro.
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