Milán no es solo la ciudad referente del diseño, ya que la moda también es uno de sus puntos fuertes. En nuestro cuarto paseo por Milan Design Week, asistimos a una de las inauguraciones más esperadas: la flag store de Ferrari. La nueva estrategia textil del sello automovilístico se abre al público en un edificio estrella, entre la Piazza del Duomo y la Galleria Vittorio Emanuelle II. Siguiendo la misma línea que su otra tienda en Maranello, el interiorismo corre a cargo del londinense estudio Sybarite.
La alianza de Ferrari y Sybarite
Después de que la firma de Enzo Ferrari se subiese a la pasarela con una colección de ropa y artículos de lujo, parece que la aventura sigue sin echar el freno. Mas allá del universo del motor, es cierto que Ferrari se ha asentado en otros terrenos como la restauración, aunque la apertura de su tienda de moda en Maranello no dejó indiferente a nadie. Gracias al diseño de Sybarite, sus rasgos principales pudieron trasladarse a un interior caracterizado por la innovación y la esencia del Cavallino Rampante.
El estudio londinense es conocido por su dominio del mundo retail. Su necesidad de envolver al usuario se traduce en una fusión de futurismo puro y ciencia ficción. Sellos como Marni o Alberta Ferretti también han acudido a su estética conceptual para impregnar sus espacios y transformar la experiencia de compra en un viaje inmersivo. En esta ocasión, Sybarite inserta en la flag store de Milán códigos similares a los de su anterior intervención, convirtiendo la tienda en una galería sobre la historia de la marca.
Flag Store de Ferrari en Milan Design Week
En pleno contexto de Milan Design Week, esta recién inaugurada flag store ocupa una ubicación privilegiada en un edificio de corte neoclásico. Al pasar por su triple entrada observamos una puesta en escena visualmente impactante: las arqueadas ventanas de la fachada se tiñen con un vidrio rojo intenso que encarna el espíritu escarlata de Ferrari.
Al adentrarnos, la conversación se inicia entre dos colores clave: el blanco impoluto en las paredes de ladrillo y el terracota, visible en la columnata perimetral que atraviesa el primer nivel. El planteamiento se dispone de manera ordenada, permitiendo el flujo de los clientes de un modo distendido y abierto entre las estancias; aunque estas se encuentren separadas entre sí, existe una unión inquebrantable que las conecta: un relato que narra el origen automovilístico de la firma y sus nuevos pasos en las colecciones de moda.
Esto es palpable en los dos niveles que componen el local, donde se exhiben referencias a la trayectoria de Ferrari: su aparición en el cine, las cadenas de montaje de su fábrica —en las que ahora cuelgan maniquíes— o elementos decorativos como piezas de motor y pantallas gigantes, desde las que se proyectan pasadas y futuras carreras en vivo. Tres simuladores semiprofesionales se instalan en la zona de la escalinata, mientras, el piso superior se reserva a exhibiciones temáticas con vitrinas, un área infantil y una sección para accesorios.
El discurso de Sybarite materializa un enfoque que genera un diálogo común entre las otras sedes de Ferrari. No obstante, hay un detalle llamativo en esta ocasión, el coche de Fórmula 1 que pende sobre el atrio. De manera vertical, como si se tratase de una chandelier no normativa, el auto con el que Michael Schumacher ganó el Campeonato del Mundo en 2002 se asoma y nos saluda. Este juego atrevido en el programa del interiorismo nos transmite la realidad dual detrás de Ferrari: una compañía que no teme a la convergencia entre máquina y humano, algo que Sybarite expresa sin pudor en una ciudad pilotada por el diseño y la moda.
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