Fotos: Fernando Alda
Salvo en urbes que cuentan históricamente con jardines ya consolidados, en muchas ciudades españolas la convivencia entre espacios construidos y zonas verdes es una lucha perdida. Los arquitectos Nieto Sobejano proponen en Lugo un museo que combina ambos conceptos y que transforma el entorno sin violencia.
Referencia emblemática de la Galicia más tradicional y lejos de la espectacularidad de las rías y de las zonas turísticas más conocidas, Lugo es una ciudad aparentemente sencilla, digamos que discreta, aunque en su interior oculta joyas culturales de primer orden, tanto en lo refererido a la herencia del antiguo Imperio Romano y a toda su historia milenaria, como al momento más actual. Entre estas joyas menos conocidas, destaca el Museo Interactivo de la Historia de Lugo (MIHL), de Nieto Sobejano Arquitectos, construido tras resultar ganador del concurso internacional convocado por el Ayuntamiento de la capital en el año 2007. En este proyecto, el paisaje, la arquitectura, el diseño y la plasticidad de los materiales se convierten en los verdaderos protagonistas, siempre al servicio del contenido museográfico.
La pareja formada por Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano son los fundadores de un estudio con un carácter muy personal, marcado por su formación internacional, su vocación docente y su trabajo de cinco años al frente de la histórica revista Arquitectura antes de dedicarse plenamente, desde mitad los años 90, a la profesión. Sus trabajos denotan un “saber hacer” sólido y profundo, que les permite mantener una actitud lo suficientemente provocadora como para firmar proyectos como este museo-parque en Lugo, inaugurado el pasado mes de agosto. Como es habitual en sus propuestas, su interés por la investigación arquitectónica se hace palpable en un espacio intervenido de una manera innovadora, que aporta nuevas soluciones a un entorno cotidiano y resultados altamente sugerentes ante la economía expresiva de los recursos utilizados.
Tradición industrial
El parque en el que se levanta (o se oculta) el museo, estaba ocupado tradicionalmente por estructuras industriales, propias de un lugar relativamente periférico respecto al centro. Ahora se ha transformado en un área lúdica y turística, dedicada al ocio y al intercambio cultural. La contemporaneidad conceptual y el carácter específico del entorno conviven en la propuesta de Nieto Sobejano, que se desmarca de la arquitectura como espectáculo. Bajo la hierba, siempre verde, se encuentran un amplio aparcamiento y un centro de visitantes, organizados en una única planta iluminada con luz natural mediante amplios patios circulares. La zona expositiva está pensada para la disposición de paneles, módulos interactivos o vitrinas con piezas originales, y dispone de tres bastiones cilíndricos concebidos para acoger instalaciones audiovisuales y proyecciones.
El conjunto cuenta además con exposiciones temporales, biblioteca, salón de actos, cafetería, tienda y zona para administración y servicios, todo articulado en una secuencia de ámbitos interiores y exteriores, con múltiples itinerarios en los que conviven paisaje e historia. Sin olvidar una responsable sensibilidad medioambiental que se concreta, por ejemplo, en la atención prestada al sistema energético utilizado para mantener el complejo: calderas de biomasa.
Contemporaneidad y memoria
De acuerdo con el propio nombre del museo, que implica en su contenido una combinación de pasado histórico y tecnología actual, el continente también opta por esa mezcla explosiva. La ondulante cubierta vegetal, el acero corten y el juego de espacios vacíos y de torres metálicas como recursos constructivos, son los tres puntos clave. Sin dejar de lado la iluminación, que por la noche resalta de manera estratégica los elementos dominantes.
Sin embargo, tanto los visitantes recién llegados como los ciudadanos lucenses o los turistas ya veteranos, reconocerán en estas torres un vocabulario estético que, aunque reinterpretado, les es familiar por cercano y admirado: las murallas romanas que los rodean. Al mismo tiempo, la superficie oxidada, el cristal, el mármol y la piedra despiertan en el espectador la conciencia de encontrarse en un lugar luminoso, cómodo y abierto en el que prima la calidad estética y que resulta radicalmente contemporáneo.
Nieto Sobejano apuestan de nuevo por una alternativa recurrente en su trayectoria: valorar el espacio subterráneo, el que no se ve pero subyace, el que aflora solo para quien preste la atención necesaria a los indicios que se le ofrecen bajo lo aparente. Los agujeros adquieren aquí un valor idéntico al de las estructuras construidas, y se llenan de significado al determinar la distribución de las distintas estancias que organizan.
Interactividad
Al margen del hardware, el software y de otros avances técnicos imprescindibles para dar vida a los contenidos de un centro como este, en realidad la interactividad del museo comienza ya en la propia actitud del visitante, que debe ser proactivo para adentrarse en el proyecto cultural que se le ofrece, ajeno a grandes fachadas, a geometrías apabullantes o a muñecos vegetales gigantes. Debe saber valorar un no-edificio que huye de la espectacularidad mediática y que aboga por la eficacia en su función de contenedor de conocimiento, de memoria y área de encuentro.
Partiendo de lo local y estudiando las necesidades del entorno inmediato, Nieto Sobejano Arquitectos consiguen un espacio único en el que la discreción, la elegancia y la sencillez visual crean una experiencia inolvidable de modernidad arquitectónica.
www.nietosobejano.com