El surrealismo frío en la obra del artista iraní Mehdi Ghadyanloo arrastra al espectador a paisajes inventados donde cualquier arquitectura es posible. En sus creaciones aparecen escalinatas infinitas, toboganes inaccesibles, techos abiertos y viajes en globo. Hasta el 23 de abril de este año, pudieron verse en ella las composiciones de su última serie, en la que representa estructuras diseñadas para espacios de juego y donde los personajes han desaparecido.
El surrealismo frío de Mehdi Ghadyanloo
El surrealismo frío en la obra del iraní Mehdi Ghadyanloo arrastra al espectador a paisajes inventados donde cualquier arquitectura es posible. En sus creaciones aparecen escalinatas infinitas, toboganes inaccesibles, techos abiertos y viajes en globo. Pero ¿quién es este artista que nos invita a explorar y a reflexionar sobre la pintura y el arte público desde una perspectiva lúdica y onírica? Residente en Alemania, Mehdi Ghadyanloo nació y creció en Teherán durante la guerra entre Irán e Irak que arrancó en 1980, lo que marcaría su infancia. Inició su carrera como muralista en su ciudad natal, donde compuso un centenar de murales entre 2004 y 2011, y más tarde intervendría las calles de otras grandes capitales como Londres y Boston.
Ya entonces hacía del ilusionismo una herramienta expresiva, las grandes escenas hiperrealistas se integraban perfectamente en los edificios y pasaban a formar parte del panorama de la urbe. Cada mural abría ventanas a situaciones insólitas donde las figuras transitaban por construcciones imposibles, como ocurre en los dibujos y grabados de Escher; y siempre desde un ángulo mordaz y nostálgico.
Su inspiración proviene de la literatura, la arquitectura y las artes decorativas locales. El acrílico y el óleo son los elementos que utiliza para llevar a cabo una tarea puramente pictórica donde el uso de la luz, la perspectiva y los objetos simbólicos y descontextualizados recuerdan a René Magritte o Giorgio de Chirico. Con sus piezas de pequeño formato ha recorrido galerías de todo el mundo; la más reciente, una muestra individual en la Gagosian Gallery, en Nueva York.
Un artista iráni en la Gagosian Gallery
Hasta el 23 de abril de este año, pudieron verse en ella las composiciones de su última serie, en la que representa estructuras diseñadas para espacios de juego y donde los personajes han desaparecido. Nadie usa los toboganes, las escaleras ni las piscinas de bolas que se exhiben armoniosamente yuxtapuestas en habitaciones, iluminadas casi siempre por una claraboya que arroja una fuerte luz cenital.
Su pintura es minuciosa y ha sido adiestrada para imitar las cualidades de los materiales pulidos, los metálicos, los reflectantes y todas las gamas de colores pastel que remiten a un surrealismo inocente, amable y también inaccesible, donde rige una quietud demasiado extraña. “Mi labor surge de la confrontación con el concepto frontera, de los bombardeos que viví durante mi infancia. Es esa incertidumbre que entra en tu subconsciente de niño y que te acompañará para siempre”.
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