Existen dos tipos de creatividad. La primera es la del destello que irrumpe desde el más allá, sorprendiendo y aturdiendo por su iconoclastia. La segunda, la novedad sobria en cuyo interior resuenan todas las innovaciones que la precedieron, característica que la convierte en un eslabón flamante de la eterna cadena del arte. A este segundo grupo pertenece la obra del canadiense Martin Messier.
Pese a su lealtad a los parámetros dominantes del canon digital —proyecciones, simetrías, zumbidos, gris #19-4125 de Pantone—, Messier logra desmarcarse, añadiendo a sus creaciones una cuarta dimensión de performatividad y showmanship. Un concepto habitual en Broadway y el West End londinense, sinónimo de la energía teatral que irradian las auténticas luminarias del escenario.
Extrañamente, esta capacidad de brindar espectáculo continúa ausente en el entorno del arte tecnológico. En cierto sentido, Messier es un rebelde que llega para derrumbar la estética monolítica y la sobriedad robótica que fijaron los máximos influencers del género: Kraftwerk.
Con obras como Corps Mort, Field, Innervision o Sewing Machine Orchestra, Messier introduce un dinamismo refrescante. Osadas combinatorias con lo analógico –el mundo real, ¿recuerdan?— y propuestas desbordantes de tradición vanguardista. En apariencia un oxímoron, pero en realidad un dictum que todo artista debería tallar a la entrada de su estudio.
Cada proyecto de Messier es una pieza autosuficiente y a la vez un catálogo de múltiples disciplinas creativas. Es verdad que representa a la generación que trascendió el siglo XX hace tiempo, aun así, en él siguen latentes aquellas dinastías nobles: Duchamp, Beckett, Stockhausen, Paik, Bauch, Abramović. Además de dos reconocidos maestrosde la protoelectrónica queel canadiense de seguro recibiría con los brazos abiertos en sus intervenciones: Víctor Frankenstein y Nikola Tesla.
La ruptura que plantea este creador y performer del arte tecnológico es un cambio en la forma de exhibir lo moderno, dejando atrás lo impoluto y frígido para acercarnos lo humano y pasional. Es probable que los avances en cualquier campo de la creación siempre serán sobreextensiones, ímpetus exagerados; dos largos pasos hacia adelante y un inexorable paso atrás, como para darle al mundo tiempo de recobrar el aliento y ponerse al día.
Como innovador, Martin Messier tiene ante sí un futuro tan polifacético como poliinstitucional. Posee el dominio y la libertad de John Coltrane o Charlie Parker, grandes solistas de jazz capaces de alzar el vuelo hacia horizontes inexplorados. Y, como todo buen solista, no duda en hacernos saber —con primicias incrustadas de referencias clásicas— que va a llevarnos a territorios ignotos, pero con los mapas de antaño muy bien aprendidos.
Martin Messier presentará su nueva pieza Echo Chamber en el L.E.V. Festival de Gijón. Del 10 al 13 de septiembre