El Premio Nacional de Diseño otorgado en 2017 no hace más que subrayar la valiosa trayectoria profesional de Manuel Estrada (Madrid, 1953); sin duda, uno de los creadores gráficos más importantes de los últimos treinta años en España. Sus trabajos son referenciales, entre otros motivos, por su capacidad para sintetizar significados y conceptos complejos, desde la raíz de los mismos, sin olvidar su personal y evocadora expresividad, que desemboca en piezas vivas con un acabado exquisito.
Fundador de DIMAD y profesor durante una larga etapa en el Instituto Europeo de Design, en su cartera de proyectos encontramos un extenso muestrario, que transcurre por todas las ramificaciones de la comunicación, poniendo el foco en el ámbito de la identidad corporativa y, por supuesto, en el editorial: llevan su firma algunas de las portadas más evocadoras y brillantes de las últimas décadas. Manuel, como cabeza visible de su equipo, trabaja para un amplio y heterogéneo grupo de clientes de variada tipología: organismos institucionales, grandes corporaciones, fundaciones, editoriales, museos, universidades, asociaciones. Lo cual nos indica, claramente, la versatilidad y la curiosidad incesante de un hombre que dignifica, desde lo más profundo, su oficio.
No debemos olvidar sus colaboraciones y exposiciones como Donde nacen las ideas. Cuadernos del equilibrista o Manuel Estrada: Dibujar, pensar y diseñar. Entre otros lugares, sus obras se han podido contemplar en ciudades tan efervescentes como Helsinki, Lisboa, Chicago o Nueva York.
Por todo lo dicho, resulta estimulante haber podido compartir un rato de charla con el protagonista de este artículo en Roca Madrid Gallery, tras la entrega oficial del Premio Nacional. Una conversación en la que han surgido interesantes reflexiones acerca de la situación del diseño, circunscrita a un momento -el actual- tan complejo como motivador. En este sentido, nos comentó que le intriga “la tendencia de la rapidez”, originada por la implantación de la tecnología como vehículo vertebrador de la sociedad; una pauta que fomenta cierta insustancialidad en la manera de comunicarnos, algo que obviamente se hace patente en el área del diseño: el efecto por encima del concepto.
Pero Manuel no es pesimista, entiende que esta infantilización que ahora lo impregna casi todo (poniendo como ejemplo los coloridos emoticonos como estándar de comunicación global) irá perdiendo peso a medida que la era tecnológica sea metabolizada. Aun con las limitaciones que provocan las pequeñas pantallas de los soportes digitales, Estrada mira con fascinación las posibilidades comunicacionales que están surgiendo, y cree que la labor del diseñador será aún más importante cuando “los que mandan” se den cuenta de que invertir en esta actividad no es un hecho estético, sino estratégico para aumentar el beneficio de instituciones y compañías.
Por último, nos comentó que uno de los retos del diseñador de hoy es ampliar sus conocimientos en el terreno del desarrollo y la programación informática, para incrementar sus posibilidades de materialización creativa, atendiendo a la demanda de nuestra sociedad, eminentemente digital.
Más que sus innegables méritos como figura destacadísima de diseño español, lo que llama la atención de Manuel Estrada es la luminosidad con la que mira todo lo que le rodea, y su característica manera de entender, sin prejuicios, el tiempo que vivimos. Un maestro con la actitud de un alumno, al que le interesa más avanzar que permanecer quieto sobre un pedestal. |