El magnetismo pop del fútbol, su condición de Broadway del norte de Inglaterra y su novísima oferta cultural ha convertido este patito feo industrial en una urbe imprescindible.
Es prácticamente imposible ubicarse en Mánchester con la referencia de ningún icono. Lo más parecido a un edificio emblemático es su Ayuntamiento, una construcción victoriana neogótica que cumple con los estereotipos ingleses pero que no deja de ser un elogio a la estandarización estética que sufrió el país durante el siglo XIX. Pero cuando parece que su interior no ofrece mucho más que iconografía local y arabescos superfluos, aparece la conexión con la Biblioteca Central. Este complejo, levantado en 1927, fue inspirado por el Panteón romano y diseñado con un claro trazo neoclásico. El dilema surgió al unir peatonalmente ambos complejos a raíz de la renovación de la biblioteca en 2015 sin decantarse por ninguno de los dos estilos. La solución la encontró el estudio Simpson Haugh al diseñar una nube metálica que permite la transición atrayendo las miradas hacia arriba.
La nueva Mánchester es así: postmoderna y rigurosa. Algo que no solo se aplica en sus organismos oficiales, también en el universo paralelo del Northern Quarter. Este barrio obedece a la ya clásica evolución de una zona industrial céntrica: primero acogió a la clase obrera; después, a los jóvenes díscolos de la generación X. Su cénit fueron los años 90, cuando el punk y el rock taciturno encontraron en sus calles y bares su verdadero hogar. Por eso, caminar por este conjunto de calles es un hallazgo tras otro marcado por el arte urbano. Su obra cumbre es el exterior y el interior de Affleck’s, un anti-centro-comercial plagado de tiendas de discos, tatuadores, y boutiques de complementos grunge. También en este distrito se puede encontrar el Centro Chino de Arte Contemporáneo, un espacio que reivindica el ADN oriental y multicultural de la ciudad y el Manchester Craft Design Center, un antiguo mercado que se ha modernizado para acoger los estudios y tiendecitas de artesanos y diseñadores locales.
Como si fuera casi una terapia de choque, el Museo Nacional del Fútbol irrumpe en los confines occidentales del Northern Quarter con su fachada acristalada y su forma trapezoidal arriesgada. Junto a HOME y a la galería Withworth, son las tres apuestas culturales más destacadas de los últimos años. El primero consigue ahondar en la importancia del balompié en el país a diferentes niveles. El segundo, hacer de la ampliación urbana de First Street un lugar lleno de vida gracias a su programación de ópera, teatro y exposiciones de artistas contemporáneos. Y el tercero, mostrar el músculo de la Universidad gracias a una ampliación en la que las obras más rompedoras miran, a través de las cristaleras, a los árboles del parque homónimo.
Mánchester frente al mar
En los viejos muelles de Salford es donde Mánchester ha apostado por la monumentalidad más fotogénica. Donde antes había grúas y astilleros hoy se traza una ruta a través del urbanismo contemporáneo que comienza por el IWM North. Este museo bélico seduce más por su continente que por su contenido, ya que el edificio proyectado por Libeskind es todo un alarde de deconstructivismo cuyos prismas resultan de la fragmentación del globo terráqueo. Dentro, los tanques y la memoria se abren paso entre sus singulares espacios. Desde este punto, la atractiva pasarela de Media City diseñada por el estudio WilkinsonEyre y el puente levadizo de Salford, obra de Carlos Fernández Casado, guían los pasos hasta los estudios de la BBC y hasta The Lowry. Este centro multidisciplinar toma su nombre del artista L.S. Lowry, en cuyos cuadros se representa la vida de aquel Mánchester industrial donde comenzó todo.