Stefano Boeri presenta Trudo Vertical Forest. La réplica de su icónico diseño en Milán aterriza ahora en Eindhoven para albergar un programa de viviendas de renta limitada para jóvenes. Una nueva oportunidad para confrontar a fieles y a escépticos sobre la profundidad del relato arquitectónico de Boeri y sus fachadas verdes.
La sensibilidad ecológica de la vivienda colectiva
La crisis climática nos atenaza. Fruto de la complejidad creciente, los ingredientes artificiales que definen nuestro entorno no conciben otra forma de progreso que el incremento a cualquier precio y el aumento de la oferta. El encontronazo entre millones de actos individuales aparentemente insignificantes, así como la reconstrucción de una nueva naturaleza que ya no podemos entender, es la esencia de la cuestión medioambiental hoy y la razón de su inquietante actualidad. Esta encrucijada refleja la conciencia de que habitamos un mundo insostenible, incapaz de generar los recursos para mantenerse sin consumir sus reservas y que, de manera inevitable, nos sitúa ante la frustración de un futuro cuya cimentación cada vez parece estar menos en nuestras manos. Una realidad que acostumbra a dejarnos sistemáticamente sin argumentos.
Frente a esta situación, en ocasiones devuelve cierta esperanza descubrir propuestas que fijan la atención sobre una preocupación que lamentablemente está tardando demasiado en ser compartida en los círculos disciplinares de la arquitectura. A tal efecto, la vivienda colectiva constituye un perfecto banco de pruebas para incorporar la sensibilidad ecológica a la práctica arquitectónica, ya que implica a todos y eso incluye a las administraciones que dictan normativas, a los agentes que convocan concursos y acometen programas públicos y, por supuesto, a las entidades privadas que hacen encargos y valoran cada día más las cualidades del hábitat de lo que se les ofrece.
La vivienda colectiva de Stefano Boeri
En 1969, Reyner Banham escribía en The Architecture of the Well-Tempered Environment que la historia de la mecanización relacionada con la gestión ambiental es una historia de extremistas y que, de lo contrario, la mayor parte nunca habría sucedido. En 2004, el diseño del Bosco Verticale de Stefano Boeri fomentó una nueva conversación transdisciplinar donde la arquitectura fue la invitada de honor.
Este edificio residencial, a modo de rascacielos con enormes árboles, arbustos y enredaderas a lo largo y alto de sus fachadas, abrió un debate prolongado. En él se confrontaba a aquellos para los que se inscribía como un proyecto —cultural, técnico, económico, estético, etc.— de escala mayor, contribuyendo a imaginar un porvenir deseable y una sociedad más responsable; frente a quienes lo situaban dentro del maquillaje y el greenwashing, que cae en visiones ramplonas para ensalzar la obra más mediocre bajo el cliché vacuo de ser sostenible.
Han pasado más de 10 años desde que Stefano Boeri comenzara a levantar su primer bosque vertical en el barrio Isola de Milán. Una propuesta que sorprendió con vegetación viva suspendida a 100 metros del suelo y que promovía un manifiesto de reforestación y descarbonización para los nuevos esquemas de parque. Un prototipo, o arquetipo —según la benevolencia con la que decida mirarse— que ahora exporta a todo el mundo, desde Lausana a Nanjing, París a Tirana, Shanghái y Utrecht. Y finalmente hoy en Eindhoven.
Trudo Vertical Forest: Stefano Boeri de Milán a Eindhoven
Erigido en una zona posindustrial de la ciudad de holandesa, y acuñado como Trudo Vertical Forest, la construcción aplica el patrón de la sensibilidad liviana del rascacielos a un bosque de viviendas sociales. Esta torre está pensada para acoger principalmente a personas con niveles de renta bajos y, en particular, a parejas jóvenes. Alberga en el interior de sus 19 plantas una serie de pisos en alquiler de renta limitada, con la “novedosa” presencia en todos los balcones de cientos de plantas de las más variadas especies. Esto interpreta la idea de la silvicultura urbana, no solo como una necesidad para regenerar el medioambiente del entorno, sino como una gran oportunidad de mejorar las condiciones de independencia de la población más joven y con ajustados niveles de ingresos fijos.
Sus 125 unidades de apartamentos se dimensionan en un tamaño desconsoladamente reducido —menos de 50 m2— y calibrado en función del tipo de usuario al que está destinado. Sin embargo, la extensión se diluye en el microambiente de las terrazas, de más de 4 m2. A grandes rasgos, Trudo Vertical Forestposee en sus cuatro caras, desarrolladas a una altura de 75 metros, hasta 125 árboles de diversos tipos, a los que se agregarán aproximadamente 5200 arbustos y plantas más pequeñas.
Un ecosistema real alimentado por la coexistencia de más de 70 especies diferentes, capaz de contrarrestar la contaminación atmosférica gracias a la absorción de más de 50 toneladas de CO2 cada año. Unos datos que nos hacen creer que este boscaje muestra un modelo probado y experimentado, en el que ya no se debe considerar la naturaleza como una herramienta meramente ornamental del lenguaje arquitectónico.
¿greenwashing o sostenibilidad?
Tal vez alegar una sostenibilidad por la superposición de árboles apilados piso tras piso como un gran conjunto, no es más que una maniobra retórica ligeramente actualizada, pero… ¿Podemos pedir a la arquitectura una capacidad para ir más allá de las concepciones de la naturaleza como sistema y recurso?
En otras palabras, ¿puede el bosque de Stefano Boeri servir como un amortiguador ideal que interrumpe y reinventa las relaciones entre los sistemas sociales y bióticos? Si la investigación arquitectónica sobre las tecnologías avanzadas alejadas del greenwashing cumple un papel vinculado con la innovación e inquietud ecológica, nada sería más contrario que caer fascinados por un simple maquillaje elitista, sea verde o azul.
Puede que haya demasiada poética tras este edificio de Stefano Boeri que, al fin y al cabo, utiliza las técnicas propias del siglo XX que, además, suponen el grueso del reciente problema contaminante del sector de la construcción —sistemas de hormigón, acero y montaje en seco…—. No obstante, también es posible afirmar que, hoy en día, los planes de vivienda colectiva conforman el fondo habitable de la urbe, y que proyectos como el de Stefano Boeri animan a que la cultura de la sostenibilidad y la residencia social se conviertan en un patrimonio dialogante con el medio, si se está dispuesto a dejar de lado ciertas dosis de fragilidad técnica y conceptual.
Quizá aquí, el verdadero motivo de celebración no resida en el verde de las fachadas, sino en que Eindhoven ha ganado una modesta batalla en la accesibilidad a la vivienda para los jóvenes y, con ello, una arquitectura para la ciudad.
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El greenwashinhg o ecoblanqueo, ecoblanqueamiento, lavado verde o lavado de imagen verde (estas dos últimas variantes procedentes del término anglosajón greenwashing, de green, verde, y whitewash, blanquear o encubrir) es una forma de una propaganda en la que se realiza marketing verde de manera engañosa para promover la percepción de que los productos, objetivos o políticas de una organización son respetuosos con el medio ambiente con el fin de aumentar sus beneficios.