Los bárbaros se puede visitar en Alcala, 31
Un monumento es una advertencia dirigida a las generaciones futuras. En estos términos se dirige Rogelio López Cuenca al espectador en Los Bárbaros, el proyecto que da título a la muestra que acoge la sala Alcalá 31 hasta el próximo 6 de noviembre, y que entra en diálogo con otros trabajos llevados a cabo en los últimos veinte años. Sus proyectos tienen en común que son procesos documentales; con frecuencia se demoran en el tiempo, algunos continúan aún en marcha (incluso mientras se exhiben, como “Los Bárbaros”) y todos ellos generan un corpus extenso de material fruto de una investigación meticulosa.
La destreza de López Cuenca en el manejo de la información y su intuición para hilar acontecimientos de manera atemporal es capaz de transformar una amalgama de datos en todo un discurso contenido en proyectos multimedia almacenados en páginas web, mapas conceptuales compuestos por fotocopias subrayadas, vídeos, audios y fotografías de archivo o enigmáticos óleos que aparecen más tarde en el museo aparentemente descontextualizados.
Esta coherencia de lo fragmentario funciona en cada pieza pero también en el conjunto de su obra. En la sala Alcalá 31 se encuentran representados varios proyectos, sin apenas cartelas ni textos infumables, y lejos de generar confusión se produce un cruce de voces que al interpelar destapan relaciones básicas de ideas naturalmente opuestas o ideológicamente contradictorias: turismo-inmigración, memoria histórica y publicidad, monumento y barbarie.
El proyecto colectivo Los Bárbaros cuestiona los discursos hegemónicos. La investigación va desentrañando la identidad de los personajes de piedra o bronce que pueblan las plazas de Madrid, aportando datos históricos que contextualizan las motivaciones y los motivadores del imaginario estatuario de la ciudad. Un ejemplo local de modelo de “construcción de memoria colectiva” que pone sobre la mesa las preferencias hacia un tipo u otro de héroe, una cultura por encima de cualquier otra.