El Cultivo Desterrado y la Verdura Discapacitada son dos proyectos entre el Food Design y el activismo con los que Rafa Monge quiere provocar para sensibilizar. Con el primero, retoma y perfecciona la labranza según las técnicas tradicionales. Y con el segundo, revaloriza las hortalizas de aspecto retorcido o deforme transformándolas en relatos efímeros y evocaciones brutalistas.
El Food Design de un diseñador agrícola
Actuamos con prejuicios para decir qué es normal y qué no, qué es bello y qué no. Rafa Monge es categórico: no puede haber vegetales marginados. Quien se define como “un diseñador agrícola” tiene la suerte de haber encontrado una profesión que le permite desarrollar sus ideas, investigar y agitar conciencias para que consumamos con responsabilidad.
Lo suyo es una vuelta a la tierra tras casi 25 años de vivir, estudiar y trabajar en Madrid y en Reino Unido. A los 42 años, y después de haberse formado como diseñador de producto, decidió dar un giro y reemprender el sistema clásico de cultivo del navazo, un tipo de huerta muy singular—localizada en el arenal salobre de las marismas de Sanlúcar de Barrameda—aplicando una innovación a través de las emociones. Tenía que luchar contra el agua salada de la zona, pero convirtió el problema en parte de la solución y en un valor añadido. Con esa incursión experimental en el diseño natural buscaba la excelencia. “No trabajo con materiales inertes; lo hago con lo que me da la naturaleza, con algo vivo que termino de pulir y a lo que otorgo una función. Y el resultado es un buen diseño”, nos explica.
La belleza no está en lo perfecto
Además de esa propuesta del navazo, Monge ha iniciado la cruzada en defensa de la llamada “verdura fea”, la que se descarta, la que no responde a los cánones estéticos de la cocina, pero que tiene su aporte nutricional intacto. Y lo hace con un relato que atrapa nuestra atención; un acercamiento a formas, texturas y dibujos que apelan a juegos oníricos y a objetos metafóricos con un lenguaje propio. “Quiero sacar a la luz todas esas piezas que son alimento y que, a la vez, tienen un mensaje oculto como piezas de arte natural, como paisajes mínimos”.
Es así como Cultivo Desterrado y el restaurante Ciclo, de Cádiz, se han unido en una labor colaborativa en la que todos ganan: productor-tierra-restaurante. Con el nombre de Arte-Sostenibilidad-Gastronomía, Monge, el chef Luiti Callealta y el fotógrafo Agustín Gómez se han lanzado a la causa de demostrar la belleza interior del producto, a una revolución verde en la que no hay lugar para la discriminación ni el desecho. No estigmatizar la diversidad está en el discurso de esta cocina disruptiva que propone Monge, provocando al consumidor para que reaccione y acepte la hermosura de la deformación.
Algunas de las creaciones fotográficas de Rafa Monge y Agustín Gómez son claros guiños a Karl Blossfeldt y Chema Madoz. Bajo la mirada de la lente, la materia orgánica se transmuta en extrañas esculturas que invitan a crear una elegante poética de la subversión. Luiti Callealta, por su parte, ha incorporado a su carta estas anomalías vegetales, sabiendo sacar de ellas lo mejor de ese rostro desfigurado.
Y ese es el gran acierto de la propuesta de Food Design: hacer del desaprovechamiento una obra de arte, un diseño social y emocional como una manera de descubrir otro periplo vital de la naturaleza. Pero más significativo es todavía llevarlo nuevamente a los fogones, desafiando las mismas normativas europeas que dictan, injustificadamente, cánones legislativos de tamaño y aspecto como Uli Westphal plantea en The Mutato-Project.
Rafa Monge no planea ni un libro ni una exposición de Food Design, sino generar solo un registro reflexivo: convertir lo feo en belleza para la fotografía y en alimento para la restauración. “Es una labor de rescate”, nos dice. “Con juegos de luces y contrastes surgen imágenes invisibles para muchos. Y esto es muy importante para mí, porque estoy invitando a hacer el esfuerzo de ver un poco más allá. Esta demostración queda inacabada si me quedo solo en arte o solo en las acciones del chef Luiti. Hay que aportar una solución”.