Desde 1977, los colores de Ikea se han mantenido imperturbables en lo que a su identidad de marca se refiere. En un homenaje a la bandera sueca, el azul y el amarillo siempre han impregnado el logo de la empresa y el exterior de sus cuadradas e industriales fachadas; sin embargo, no hay nada como un sutil rebranding teniendo la mirada puesta en las problemáticas urbanas. Este ha sido el pretexto de la reciente intervención del estudio Querkraft en el nuevo Ikea City Center de Viena (Austria): una apuesta por la transparencia, la vegetación, la flexibilidad y el ingenioso uso de un esquema de estantes como estructura arquitectónica.
Ikea en el imaginario popular
Quién no conozca al gigante sueco es porque nunca se ha visto en la tesitura de una mudanza repentina o de necesitar muebles asequibles y de sencillo montaje. ¿Quién no posee en su casa una mesa Lack o se ha tropezado alguna vez con un taburete Bekväm? La democratización del diseño escandinavo fomentada por Ikea ha llevado el gusto por la madera y el minimalismo luminoso a los hogares de gran parte de la población mundial. Y es que su filosofía del do it yourself ha sentado un precedente que pone de manifiesto una extrema confianza en las facultades constructivas de sus clientes.
Con todo, su identidad cromática ha calado en el imaginario colectivo, convirtiéndose en un referente estético desde el logo hasta la apariencia externa de sus establecimientos. Como cíclopes azules que observan a través de su ojo amarillo, sus tiendas cuadradas y herméticas se dispersan por las ciudades —normalmente a las afueras— demandando la utilización del coche para llegar a ellas. Por ello, ante los problemas climáticos y energéticos que vivimos actualmente, Ikea ha entendido que ese esquema quizás no sea el más adecuado para la habitabilidad de las urbes, de ahí que su nuevo Ikea City Center —situado en el barrio Rudolfsheim-Fünhaus de Viena y conectado con la red de transporte público— se haya despedido del brutalismo índigo en favor de la transparencia biofílica.
Una nueva tienda Ikea en Viena
Esta reciente intervención por parte del estudio Querkraft destaca por la ruptura con el diseño tradicional de los edificios de Ikea. Donde antes había muros, ahora se abren grandes ventanas que conectan con el entorno. Donde antes se encontraban paredes lisas, ahora se advierten huecos poblados por 160 árboles y plantas. Y donde antes se hallaba un robusto armazón, ahora se establece una fachada flexible en forma de estantería que representa —sin fallo alguno— el alma de la marca. Además, la concepción de este exterior no se vincula solamente con un rasgo identitario, sino que también cumple múltiples funciones: genera sombra, proporciona un lugar idóneo para la vegetación, consigue la entrada de luz natural por el acristalamiento y permite servicios como escaleras y ascensores.
Ya en el interior, la disposición de Ikea ocupa los primeros niveles, dejando libres los demás para acoger un albergue juvenil y una cafetería con vistas en la azotea. Esto realza la condición de arquitectura mixta, que —pese a la escasa superficie que ocupa— maximiza los usos públicos y condiciona positivamente el vecindario en el que se enmarca; en este caso, mimetizándose con él. Este trabajo de Querkraft parece allanar el camino hacia una nueva noción de espacio comercial, alejado de esos imperativos monumentales que apenas reparan en su impacto visual disonante dentro de la escena metropolitana. El resultado, por tanto, nos obsequia con una alternativa biofílica —bastante en boga— capaz de reducir el consumo de energía y la huella ambiental. Un ejercicio de rebranding para Ikea reflejado en su nueva sede, desde los cimientos hasta el último de sus estantes.
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Debido al “Plan Estratégico de Isla de Calor Urbano” de la ciudad de Viena, una iniciativa que ayuda a enfriar naturalmente el edificio en 1,5 grados centígrados.
4,5 metros.