“Lo personal es político” es considerado uno de los lemas feministas con mayor peso en la historia; una consigna que la escritora y artista Kate Millett documentó a lo largo de su carrera con sus reflexiones y obras. Inscrita en el movimiento Fluxus, su colección de mobiliario Fantasy Furniture recrea una realidad aparentemente inocente con un discurso social bien arraigado. Ahora la galería neoyorkina Salon 94 recupera sus piezas en una exposición disponible hasta el 5 de marzo de 2022.
Movimiento Fluxus. Performance y activismo artístico
Encarar al sistema e intentar romperlo es un círculo vicioso. También una postura frecuente entre movimientos artísticos que, como la espuma, suben y bajan hasta que las burbujas creativas se desvanecen. Desde el Arts and Crafts hasta las vanguardias, pasando también por el pop art. El cometido detrás de esas manifestaciones no es otro que el de lograr la democratización del arte, aislarlo del circuito normativo y establecer una vía alterna, menos transitada y más marginal. Ya lo dejó claro George Maciunas en el manifiesto Fluxus, donde hacía hincapié en —y cito textualmente— “purgar el mundo de la enfermedad burguesa, de la cultura comercializada intelectual y profesional” para así “promover el arte vivo, el anti-arte, una realidad no artística que sea asumida por todas las personas”.
La década de los 60 fue la cuna de una revolución ya estallada. De hecho, muchos acontecimientos marcarían el devenir de unas libertades hasta el momento oprimidas. Se me ocurre pensar en el mayo francés del 68, en los contraculturales hippies o en la segunda ola del feminismo. Estos sucesos sumados a la dadaísta corriente Fluxus dan como resultado un diagnóstico social que empuja a la transformación, sometida a la acción de la palabra. Y es que, en este contexto tumultuoso, la tesis de Kate Millett ocupó una posición clave, pues su libro Sexual Politics (1970) planteaba una crítica sobre cómo el patriarcado no deriva de la esencia humana, sino de una imposición histórica y cultural. Una realidad que no había sido discutida antes de la fecha y que desmontaba todo un modelo de vida con solo un sesgo de interesados.
Las esculturas feministas de Kate Millet
Quizás por el aperturismo creativo, quizás por el desarraigo con todo lo meramente comercial, la estadounidense Kate Millett encontró en el no-movimiento Fluxus un terreno lleno de posibilidades y en la escultura, un campo para volcar todo su discurso. Además de su posgrado en Literatura Inglesa y activismo, el apoyo artístico se vería reforzado en su Millett Farm: un refugio para artistas a las afueras de Nueva York. En su producción hay una aparente inclinación hacia lo antropomórfico. Aunque la imitatio del cuerpo en el arte siempre ha sido una constante en todas las épocas —como un homenaje al perenne clasicismo— vislumbrar la figura humana en el mobiliario no resulta tan trillado si pensamos en esos años.
La provocación detrás de cada obra suele estar marcada por la subjetividad de quien la observa. Allen Jones jugó con fuego y trajo el escándalo con su conjunto Hatstand, Table and Chair (1969); bastante celebrado por personalidades masculinas y abucheado por múltiples feministas, la línea de la balanza se tornaba entre una cosificación erótica de la mujer o una sátira fetichista que reflejaba la condición de esta en la época. Todo depende del controvertido humor con el que se mire. Igual sucede con la no tan explícita butaca UP5 de Gaetano Pesce: la Donna, que con un simple complemento pasaba de madre a esclava del hogar desde la abstracción más imaginaria.
Sin embargo, la serie Fantasy Furniture de Millett guarda una distancia formal con los ejemplos anteriores, posiblemente por su aura infantil nada politizada en apariencia. Un detalle que se contrapone a otras de sus instalaciones posteriores como Fear Death by Water (1987) o Homage to the Old Men at the Houston Hotel (1976): intervenciones performativas donde cuerpos presos se enfrentan a conflictos que los engullen. Una demostración opresiva de la vida tras la jaula.
Fantasy Furniture en Salon 94
Corría el año 1967 cuando Millett presentó estas piezas —conocidas como Furniture Suite— en la Judson Gallery. Esta muestra de siluetas talladas en madera y tapizadas con colchones emula un mobiliario jocoso, como una especie de acercamiento protoMemphis. Pero detrás de toda la esfera risible que pueda provocar ver a un taburete dispuesto a comer de un plato vacío, la esencia con que la escultora impregnó esta serie tenía más que ver con una reflexión sobre el heteropatriarcado que con un homenaje a Pinocchio.
Dispuestas en la galería neoyorkina Salon 94 hasta el 5 de marzo de 2022, esta escenografía surrealista de objetos-hombre y objetos-mujer recupera una problemática existente: la convivencia de la pareja dentro de un mismo espacio doméstico; una crítica astuta de lo que implica la coexistencia matrimonial en la intimidad de la vivienda. Este rebautizo nominal hacia Fantasy Furniture se sostiene por el componente ficticio de estos ensamblajes aleatorios que aventura lo que será su leitmotiv escultórico: el encierro. “Con las mujeres, siempre lo he sabido. Esa era nuestra vida: el encierro. Confinamiento dentro del confinamiento”, escribió Kate Millett.
Todos los muebles transmiten la sensación de una persona atrapada. Esto ocurre, por ejemplo, en Bed, donde una pareja parece ser tragada por la cama sobre la que reposa. Incluso en Piano and Stool, los puños cerrados frente al teclado recrean la dependencia de ciertos artilugios para quedar encadenados a un estatus, no a la utilidad que podrían brindar. Bachelor’s Apartment nos ofrece lo que hay dentro de nosotros mismos: un armario con pocas pertenencias al que siempre acompaña un orinal en la espalda, mientras que Love Seat trata sobre el distanciamiento al presentar a dos figuras sentadas, pero en direcciones completamente opuestas.
Hay agudeza en la práctica de Kate Millett, un ingenio socarrón lleno de análisis que no fue lo suficientemente valorado en su momento. Opacada por su escritura, su trayectoria artística terminó en un segundo plano por el desprestigio de eruditos que no tomaron en serio su perfil creador. Sin embargo, tanto palabras como esculturas no suponen una realidad distinta en su biografía, sino dos ejes complementarios: la materialización de su pensamiento y la hermenéutica filosófica de sus obras físicas. Y es que ya lo confirmaba ella misma, segura de sus actos: “Si funciona, si tiene éxito, y qué difícil es tener éxito en la escultura, entonces el objeto tiene su propio significado, más fuerte y mejor de lo que las palabras podrían expresar”.
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Fue una escritora, profesora, artista y activista feminista radical estadounidense. Estudió Licenciatura en Lengua Inglesa en la Universidad de Minesota y se graduó con honores en 1956; poco tiempo después logró realizar su posgrado en Literatura Inglesa en la Universidad de Oxford. Es considerada una autora clave del feminismo contemporáneo. Su obra Política sexual (1970) se sitúa entre las obras clave de la corriente del feminismo radical.
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